domingo, septiembre 08, 2013



Existen muchas definiciones acerca de lo que es el arte, todas iluminan alguno de sus aspectos más sobresalientes, sin embargo, esta frase me llama la atención: "Arte es la expresión sensible de lo bello". El arte es bello en el sentido que, si no lo fuera, no nos atraería, valor esencial para que una obra sea considerada artística. Pero el contenido representado, no necesariamente es bello. Las películas que más nos conmueven no son las que poseen un final feliz, se da, muchas veces, que en éstas mueren los protagonistas principales del film. ¿Qué puede haber de bello en la muerte, en el dolor, en la injusticia? El arte nos muestra la vida, lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo, lo alegre y lo triste.

Si repasamos brevemente las distintas expresiones artísticas, podemos notar algo a simple vista: algunas nos entretienen mientras que otras nos conmueven hasta el punto de provocar fuertes reacciones emocionales en nosotros. Consideramos superficiales las primeras y dramáticas a las segundas. Difícilmente algo bello que involucre sólo la superficie de las cosas nos llegue verdaderamente, lo notamos en las personas que nos rodean, encontramos personas que son lindas físicamente, pero no nos llegan, en cambio, otras, menos agraciadas físicamente nos llegan a un nivel más profundo, nos afectan. Rozan alguna fibra interior que nos obliga a reaccionar ante ellas con todo nuestro ser. ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué poseen para provocarnos lo que nos provocan? Si pudiera responder a estas preguntas me haría rico.

Sin embargo, parece que la asociación entre el arte y la belleza se tambalea si establecemos la relación a partir del contenido. Las grandes obras, los clásicos de todos los tiempos, no representaban los contenidos más bellos sino que representaban aquello que más conmovían a los hombres. Para ello se valían de un recurso vital al arte: la dramatización de los contenidos. Al dramatizar un contenido doloroso y, posiblemente repudiable, se lo volvía interesante, bello.

La filosofía ha asociado siempre belleza con verdad. Existen dos grandes concepciones acerca de la esencia de la verdad, la primera y más divulgada es la de entender la verdad como la adecuación de un enunciado con el objeto del que se enuncia. Por ejemplo, si digo que mi celular pesa 300 gr, y verdaderamente pesa 300 gr, entonces estoy diciendo la verdad. Otra concepción pasa por considerar a la verdad como desocultación, revelación, como el proceso mediante el cual alguna verdad sale a la luz. Existe una relación dialéctica entre la verdad y la mentira, si la verdad se nos vuelve tan importante es debido a que tendemos a mentirnos, al autoengaño. Una de las principales formas de negación pasa por el anestesiarse a todo aquello que no nos gusta o que nos incita a actuar. Montevideo se encuentra sucio por culpa de una Intendencia ineficiente, el mismo partido ha estado en el gobierno departamental por 20 años, la mayoría de los montevideanos nos hemos acostumbrado a la suciedad en las calles y casi no lo notamos. Una o dos personas son asesinadas al día en mi país en algún robo, esto equivale a cerca de 365 muertes al año, pero estamos acostumbrados, no reaccionamos. Si deseo hacerle notar a otro montevideano estos hechos, con sólo señalarlos no provocaré ninguna respuesta real, se dará cuenta de lo que ocurre, porque ya lo sabía, pero seguirá anestesiado, dormido. Si quiero llamar su atención deberé exponer mi mensaje de alguna forma que lo obligue a ver. Un cortometraje bien diseñado que dramatice la situación de quienes sufren las pérdidas en vidas a causa de los robos, iluminaría esta situación y podría conducir a que las personas se movilicen. Dramatizar implica despertar selectivamente un conjunto de emociones para provocar una catarsis o para movilizar a las personas en alguna dirección, lo que se llama “hacer tomar conciencia”.

Dije que la filosofía asocia belleza con verdad, esta asociación se debe a que percibimos como bella la expresión de una idea cuando la representa lo más fielmente posible. Cuando alguien en pocas palabras logra transmitirnos una idea experimentamos gozo, nos quitamos el sombrero ante un dicho preciso, que da en el blanco.

En Latinoamérica estamos acostumbrados a los discursos populistas, discursos de horas y horas que nos hacen dormirnos, discursos aburridos que caen en continuos lugares comunes y que nada nos dicen, pues al terminar ya no recordamos de que hablaba el orador. Un discurso autista, militante, agresivo. Un gran orador debe emocionarnos, debe captar nuestra atención, debe interesarnos, debe ser inteligente. Debe saber desarrollar su discurso de manera de quedar prendidos de lo que dice y, en función de la respuesta del público saber dirigirlo de manera que nadie se quede dormido. Quien obliga al otro a que lo escuche, no es un buen orador. Quien apele a la fidelidad ideológica, menos.

El arte es bello, no así debe serlo el contenido. La poesía que más nos conmueve retrata dolor, pérdidas de todo tipo. El artista crea para curarse y hacer la catarsis de su dolor, pero si no posee el don de la creación poética, sólo se quejará de su dolor sin que a nadie más le interese. Convertir el dolor en poesía implica encontrar las palabras y melodía que las vehiculice de manera tal que nos guste escucharlas. La forma es lo bello que nos llega, no el contenido necesariamente. Dramatizar es el arte de exponer situaciones dolorosas de forma tal que nos incite a verlas y que nos provoque algún tipo de depuración, catarsis. Se expone el contenido de manera que nos permita identificarnos con la trama y liberar algo del dolor que compartimos.

Todo arte, entonces, alcanza su objetivo cuando atrapa la atención del público al que está destinado, revelándole alguna verdad. Cuando logra su propósito experimentamos la vivencia de lo bello.

Esto quiere decir que el gran arte surge de las emociones más intensas. Esas emociones que agobian a la mayoría de las personas sin saber cómo procesarlas, el artista las vehiculiza en obras que nos permiten afrontarlas. El buen artista sabe mostrarnos aquello que no sabemos cómo ver, nos enseña a ver con sus ojos.

El arte alcanza su máxima expresión cuando logra revelarnos alguna de las grandes verdades de la existencia. Fue Schopenhauer quien nos dijo que toda obra de arte constituye una respuesta a la pregunta por el sentido de la existencia.

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