sábado, septiembre 07, 2013



La psicología en su vertiente terapéutica evoluciona, desde los tiempos de Freud ha corrido mucha agua bajo los puentes, pero podemos vislumbrar una dirección en la evolución de las técnicas terapéuticas: mientras que en los tiempos de Freud la lupa enfocaba lo “enfermo” para comprenderlo y tratar de curarlo, con el paso del tiempo la lupa fue desviándose de lo enfermo a lo sano. Freud estudiaba la enfermedad, la nueva psicología positiva estudia la salud, la felicidad, la autorrealización, la influencia de las emociones positivas en la constitución de una vida saludable y que dé gusto vivir.

Este desplazamiento del acento está bien, se ha amplificado la visión del hombre desde la psicología, algo que debía realizarse. Hay que estudiar cómo las emociones positivas generan salud y bienestar, así como, por el contrario, el cultivo de estados que pueden asociarse con el pesimismo pueden conducir a la enfermedad y a la frustración.

Martin Seligman es el creador de este enfoque. Tal vez sus ideas ya hayan sido adelantadas por otros psicólogos, sin embargo, al día de hoy asociamos la marca “psicología positiva” con él.

Pero en todos los ámbitos de la ciencia podemos encontrar verdaderos exponentes de cada uno de estos, y exponentes que derrapan por cauces equivocados, pero que de alguna manera estaban implícitos en las concepciones originales. Pienso, por ejemplo en los trabajos primeros de Marx y en las exageraciones caricaturescas de un Stalin en lo económico-político.

En la psicoterapia ocurre lo mismo. El silencio extremo de los psicoanalistas lacanianos constituye una exageración caricaturesca de la técnica freudiana, pero de alguna manera la semilla de este estilo estaba presente en las ideas técnicas de Freud.

Seligman nos ha enseñado acerca del valor del cultivo y desarrollo de las emociones positivas en la salud psíquica de las personas. No nos queda duda acerca de que sus ideas son muy valiosas para el desarrollo humano, pero resulta fácil dar el salto hacia el ámbito de la autoayuda.

Trataré de precisar un poco más lo que quiero decir debido a que es un punto esencial que deseo destacar sobre este tema. Me he encontrado con terapeutas, especialmente femeninas, que más que psicólogas me dan la impresión de cultivadoras de la autoayuda y la New Age. Lo que menos parecen es que sean científicas serias. Los practicantes de la autoayuda creen que para alcanzar el éxito hay que aprender a cultivar el gesto del éxito y corregir su discurso para nunca exponer la duda acerca de poder alcanzar aquello que buscan. Creen que si piensan en positivo todo lo lograrán, es más, creen que si no llegan es porque han alimentado el pensamiento de que no lo lograrían. Completo error, porque puede que no dispongan ni de los recursos ni del talento para lograrlo.

He estado pensando en presentarme a correr un maratón de 10 km, no lo voy a ganar, no lo voy a ganar por mi edad y porque no estoy suficientemente entrenado, no porque crea que no podré. Este es el error que se comete en la autoayuda, atribuir el no lograr algo al pensamiento, a no saber convencerse de que se podrá. En síntesis: el error por el que descarrillan algunos psicólogos positivos es el de confundir la actitud positiva con alimentar el pensamiento mágico. Entonces, si alguien no pudo alcanzar una meta es porque en su mente no pudo lograrlo, y no porque no podía. “No poder” no existe en su vocabulario. En fin, pretenden que lo que una persona pueda lograr dependería del aprender a construir un discurso con ciertas reglas, olvidando el gran tema del talento y de los recursos. A veces no se puede alcanzar algo.

De esta manera, una orientación terapéutica que es verdaderamente fecunda se convierte en algunos terapeutas en una caricatura grotesca similar a lo que podemos apreciar en la autoayuda comercial.

Si vemos documentos, blogs, páginas, con esta orientación notaremos que las imágenes nos muestran personas siempre felices, radiantes, con gestos de triunfo, con una sonrisa forzada en sus rostros. Verdaderamente tanta felicidad me revuelve el estomago y si me encuentro con alguien así en la calle posiblemente siga de largo, como acostumbro hacer cuando alguien de la New Age o de alguna secta de estas que andan reclutando gente se me cruza. No tolero el ejercicio sistemático de la sonrisa al punto de convertirse en mueca.

Esto es lo que no entienden estas personas. Supongamos que hoy sábado deseo conquistar a una chica para salir a disfrutar la noche, posiblemente me prepare, me mentalice, me vista y me arregle para causar cierta impresión y gustar. Si ahora me encuentro con una chica y comienzo a contarle lo mal que me ha ido la semana, posiblemente a los 5 minutos se vaya corriendo de mi lado con alguna excusa para no saber más nada de mí. Si quiero tener fiesta esta noche, debo mentalizarme y adoptar un gesto acorde a lo que quiero. Terminada la fiesta abandono el gesto y vuelvo a ser yo mismo, me quito la mascara y el traje de fiesta.

Cada situación demanda una mentalidad acorde, una vestimenta acorde, una producción acorde. Pero los practicantes de la autoayuda creen que deben adoptar una única expresión para todas las situaciones, y que si lo hacen bien lograran con esa máscara realizar todos sus deseos. Una burrada insostenible.

De esta manera, los malos terapeutas que pretenden serle fieles a los principios de la psicología positiva terminan por enseñar a maquillarse y ponerse el traje del éxito, de lo positivo y, a sostenerlo siempre, creo que hasta cuando están solos. Creen que deben borrar de sus mentes todo aquello que no sea sostener la idea de que podrán alcanzar lo que busquen. Por sobre todo, creer que basta con pensar que se hará algo para que se logre, que al proceder de esta manera se atrae a todo lo que es afín a esta idea, y si se piensa en negativo se atraerá mala suerte y cosas relacionadas con la idea negativa.

Entonces, descubrimos que todos hablan igual, visten igual, se expresan igual, me trasmiten la sensación de haberse convertido en muñecos de plástico. Todos aprenden a sonreír siempre y, a no hablar jamás de lo negativo de la vida, como si al no hablar acerca de algo simplemente desapareciera de sus vidas. Aprenden a creer, como se dice ahora, a que si se aferran al relato éste se convertirá algún día en la realidad.

Entonces, si te encuentras con alguien de esta orientación y le mencionas que deseas ganar un maratón en el que competirás en unas semanas, no te dirán que entrenes a conciencia para lograrlo, sino que te dirán que te convenzas de que lo lograrás. Lo peor de todo es que ellos en verdad creen que así debe ser.

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