viernes, enero 11, 2013



Una persona sabia es aquella que ha alcanzado el equilibrio en su vida, equilibrio real, no aparente. De aquí a que generalmente se alcance con la edad, ya que la resolución de los opuestos demanda tiempo y trabajo en lo interior -y en lo exterior-. Cuando se alcanza ese estado uno es más que uno mismo, uno es uno con el todo, la integración es total. La sabiduría va más allá que el simple conocimiento porque involucra a toda la vida de quien la haya alcanzado. Muchas personas buscan con afán el conocimiento sin percatarse que la sabiduría sólo pueden realizarla en sus vidas.

Veo continuamente a gente llenarse de información y frases célebres sin llegar a entender nada de nada. ¿Por qué no pueden entender? Porque se entiende con toda la vida desde lo más profundo de uno mismo. Quien se queda mirando el dedo que señala a la luna pretende entender desde la lógica de los argumentos, no desde sus vísceras, por esto no alcanza a entender. Se enfrasca en el análisis de textos con la idea de entenderlos, pero no puede pasar de su literalidad, a lo sumo alcanza un débil entendimiento lógico, pero como lo que buscan es aparentar el saber, ese pobre entendimiento les basta para continuar en ese juego de las apariencias. El entendimiento implica un cambio profundo en lo interior, es más, en eso consiste entender. Pero los comentadores de textos no cambian porque sólo se mueven en la superficie de los textos. A la mayoría les basta con vivir en la apariencia. Cuando nos encontramos frente a alguien sabio, lo que nos llega es lo que ES. ES lo que ES, no APARENTA. Cada gesto, cada acto expresa su sabiduría. En cambio, quienes aparentar saber se esfuerzan en presentarnos sesudos análisis de las cosas que lo único que pretenden es hacernos creer que lo que vemos no es lo real, sino que más allá de lo real se esconde un mundo de las ideas más real que la realidad misma en la que vivimos. Estos amantes del conocimiento y de la apariencia se enojan con la realidad porque no llena sus expectativas, por lo que deben inventarse un reino de las ideas que se encuentra más allá de la realidad. La realidad de todos los días es toda la realidad que existe. El sabio vive en lo que es, el buscador de sensaciones debe buscar algo más por lo que se inventa una metafísica sustituta de lo real. La metafísica les resulta más atractiva. Verán que estos metafísicos los catalogaran de positivistas, empiristas, cientificistas, si pretenden aceptar lo que simplemente ES como lo real. El Sabio alcanza la sabiduría al aceptar lo que ES como lo REAL, no busca un más allá fantaseado para tolerar la vida.

Se aprende con las manos, con los pies, con el cuerpo, con el estomago, con los testículos y los ovarios. Se aprende viviendo. La mayoría de los filósofos de corte metafísico realizan una separación entre intelecto y cuerpo, confían más en la razón que en la sabiduría de sus cuerpos. Cuando hablamos con uno de ellos -si hablar es citarnos textos antiguos de memoria- notamos un gran esfuerzo por mostrarse ocurrentes dialécticamente y por tratar de minar las certezas con las que vivimos. Creen que la duda cartesiana es un mérito, cuando sólo revela que no pueden hacer pie en nada. Buscar hacer pie en el intelecto y la razón es como pretender elevarse tirando de los cordones de los zapatos. Para elevarnos debemos empujar con nuestros pies sobre un suelo duro para poder impulsarnos hacia arriba. Hacemos con nuestro cuerpo, no pensando como si fuera un rezo esperando que las cosas se realicen por arte de magia.

Los metafísicos tienen todos una condición en común, un terrible miedo a la realidad. Por este motivo, no sentimos que alguien sea sabio o sepa verdaderamente por la agudeza de sus razonamientos, sino por su vida. La sabiduría no se manifiesta en los argumentos, se manifiesta en el ser y en la vida de quienes verdaderamente la han alcanzado. Cuando nos encontramos con uno de esos profesores de filosofía asustado de la vida, arisco, que no pierde ocasión en citarnos alguna máxima de un pensador antiguo, pero que vive escondido del mundo creyendo que él es el único que ve la verdad, sentimos inmediatamente la sensación de que no nos encontramos ante alguien sabio. En cambio, cuando nos encontramos frente a alguien feliz, sí. El metafísico no es feliz, ni siquiera cree en la posibilidad de la felicidad.

Sintetizando: la sabiduría se expresa en los actos de una persona, especialmente en los actos espontáneos, no en las palabras, menos aún en las palabras que no mantienen coherencia con los actos y gestos de quien las pronuncia.

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