lunes, mayo 01, 2006



¿Dónde está el Tao? ¿Cómo se expresa? ¿Cómo entrar en contacto con él? ¿Qué relación existe entre el Tao y el tiempo? (Borges decía que somos tiempo, creo que entendía la naturaleza del Tao)

Sólo podemos percatarnos (en forma imperfecta y distorsionada) del Tao en el “aquí y ahora”, en lo que está siendo. El Tao constituye una abstracción que permite captar la realidad como un todo, y decir que la realidad constituye un todo interdependiente es ya un primer axioma implícito. La filosofía taoísta afirma que el todo constituye una unidad interdependiente, un proceso único.


La actividad científica tiene como fundamento epistemológico también esta afirmación: que el todo es un proceso único y que como tal puede ser conocido. Si el todo no constituyera un proceso único la actividad científica no podría llevarse a cabo.

Existe sólo lo que está siendo, siendo un proceso a través del cual el todo siempre se expresa.

No existe el pasado más que en nuestra memoria como construcción afectiva de cómo hemos sido afectados. No existe futuro más que como una interpolación de nuestro pasado a los procesos que están siendo hacia el futuro. Interpolación con gran poder determinante sobre lo que ocurrirá. Merton -el sociólogo- ha desarrollado el concepto de “profecía autocumplida” para dar cuenta de este fenómeno. Parece que nuestra conciencia constituye un proceso que no escapa al primer axioma del Tao, que todo constituye una unidad, por lo que la conciencia es determinada y determinante de procesos futuros.

Si todo proceso constituye una expresión del proceso que constituye el todo es posible que ciertos procesos se rompan, o cambien de curso. ¿Cuándo? Al estar cada proceso determinado por otros innumerables procesos, puede que en un comienzo algunos procesos sean más determinantes y más adelante otros pasen a ocupar el papel de determinantes. Ha ocurrido hace algún tiempo que en un laboratorio de la NASA durante un cierto periodo de tiempo -y sólo en ese lugar- que algunos fenómenos físicos se desarrollaban según leyes distintas a las que se verificaban en otras partes del planeta, y que luego de un cierto tiempo esto dejó de ocurrir. De cualquier manera parece que el proceso que constituye al todo está lo bastantemente bien aceitado como para que haya una regularidad tal como para que tanto los científicos hoy, como lo viejos taoístas del pasado, llegaran a la conclusión que podrían comprender la realidad a través de una filosofía que tuviera el axioma de la unidad del todo como primer principio, y como posibilidad de conocimiento. El conocimiento es posible si este axioma es cierto. Por lo menos se puede decir que es posible conocer aquello que ES CON DIRECCIÓN, SENTIDO, E INTENSIDAD. Y por supuesto puede expresarse en términos de causa – efecto.

La experiencia parece confirmar este primer axioma. Pero sólo podemos tener acceso a la presión de lo que ES, siendo que nosotros formamos parte de lo que ES aquí y ahora. Estamos abiertos a lo que ES y somos parte de lo que ES. El conocimiento tiene que ver con las formas en qué nos representamos los procesos, pero el saber NO. El SABER TIENE QUE VER CON CÓMO PARTICIPAMOS DE LO QUE ES.

Muchas personas tienen conocimientos, a veces muchos conocimientos, y sin embargo muy poca sabiduría. En cambio personas sabias no necesariamente tienen muchos conocimientos, pero sin embargo su presencia nos pone en contacto con algo que está más allá del conocimiento. Sus actos son expresión de algo que está más allá de la persona.

El camino a la sabiduría no es el de obtener conocimientos, en el Zen consiste en despojarse de todo lastre de conocimientos e interpretaciones acerca de lo que ES. En el camino del Zen se pretende soltar todo eso, y simplemente dejar que lo que ES sea sin interferencias, y captar como ese SER también somos nosotros. A medida que este proceso avanza, que abandonamos el Yo que hemos ido construyendo, que dejamos SIN TEMOR que las cosas simplemente sean, se va produciendo un fenómeno curioso: ese proceso de lo que está siendo crece en INTENSIDAD, una intensidad que se expresa en nuestros actos, en nuestras convicciones, en nuestros apetitos (que a veces pueden crecer en forma voraz, al menos hasta modular este proceso), en toda nuestra vida. No tenemos más conocimiento, somos con mayor intensidad, descansamos en algo que es más grande que nosotros y nos sostiene. Somos creados por el proceso, y somos creadores del proceso.

Mientras que el conocimiento es un camino de adquisición, el de la sabiduría es un camino de liberación. Nos liberamos de todo aquello que constituye un lastre para permitir que lo que ES, SEA. El saber a diferencia del conocimiento constituye un acto pleno de sentido. El conocimiento es algo que poseemos. Pero para entender el saber hay que recurrir a una analogía, por ejemplo a la de un marino navegando en un bote a velas. Él se adecua en cada momento como un todo a los vientos y a las corrientes de las aguas. En cada momento va acomodándose moviendo aquí y allá las cosas para acompañar y aprovechar el proceso que le empuja. Si tuviera muchos conocimientos, del tipo hacer esto si pasa aquello, estaría varado, sin poder moverse como el ciempiés que toma conciencia de la cantidad de patas que debe mover cuando camina. Bueno, el hombre sabio al actuar expresa un saber del tipo del navegante, el saber justo para ese momento, para acompañar y servirse del proceso que lo sostiene e impulsa. El hombre sabio manifiesta un saber organísmico, no intelectivo.

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