domingo, octubre 10, 2021



Una vez me preguntaron en qué consiste la filosofía, respondí sin dudarlo que la filosofía consistía en la búsqueda de la verdad. Pero muchas personas buscan la verdad sobre distintas cosas y eso no los convierte en filósofos. Un científico no es un filósofo, un artista que pretende captar la esencia de algo no es un filósofo, aunque la representación de la esencia de cualquier cosa no sea otra cosa que su verdad. Existe una clara distinción entre la búsqueda de la verdad del filósofo y la de cualquier otra persona. Para entender en qué consiste la verdad que buscan los que no poseen una vocación filosófica deberemos entender esa verdad a partir de su opuesto: la mentira. Odiamos la mentira, odiamos que nos mientan, ¿en qué nos mienten? o, ¿qué nos duele de la mentira? 0, ¿qué mentiras nos provocan dolor? Y el “dolor” revela el motivo por el que la verdad cobra valor. Nos mienten para evitar el dolor o para evitar provocarnos dolor o, para obtener algún beneficio a través del engaño. Nos venden un electrodoméstico prometiéndonos que durará eternamente pero al finalizar la garantía curiosamente deja de funcionar. Se miente para ocultar una verdad muy real, donde lo relativo no cuenta, porque se miente con una clara intencionalidad. Pero estas verdades que nos ocultan hechos que revelarían cosas de las personas con las que nos relacionamos, no es la verdad que le interesa al filósofo. El filósofo no se preocupa por los secretos de Pedro, se interesa en el concepto de verdad. ¿En qué consiste la verdad? Es uno de los clásicos temas de la filosofía. El mundo de la filosofía es el mundo de las ideas, los conceptos. Siempre existirá una clara separación entre el filósofo y la realidad, porque al filósofo le interesa la idea de realidad más que la realidad misma. Quienes hayan estudiado a los filósofos modernos sabrán que muchos de ellos promovían una filosofía comprometida, un arte comprometido. ¿Por qué esta exhortación? Porque eran perfectamente conscientes de que el mundo de las ideas para ellos era más excitante que el de la realidad cotidiana. Trataban de superar esta separación convirtiendo lo cotidiano en alguna causa noble o, en comprometerse incondicionalmente con la realidad, aunque ésta no les interesara en lo más mínimo. El fanatismo de las filosofías de corte marxistas nacía precisamente de una lucha por comprometerse con una realidad que no les importaba en lo más mínimo, de ahí a que la idea de “sociedad comunista” se colocara por encima de los individuos reales de carne y hueso sacrificándolos por la causa. De ahí las grandes matanzas promovidas por Lenin y Stalin. Pero por más que se desee una filosofía comprometida, el filósofo siempre será tentado por el mundo puro de las ideas. No está mal, ni bien, sólo es así y mucho le debemos a los filósofos que dedicaron sus esfuerzos a desarrollar ideas y conceptos. Ideas y conceptos que hoy nos permiten pensar la realidad y comprenderla mejor y, por sobre todo: desenmascarar la mentira.



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