sábado, enero 04, 2014



Los existencialistas encontraron en la “angustia” la palanca de Arquímedes con la que construir una filosofía muy interesante a mediados del siglo pasado, en la angustia el SER se enfrentaba a la NADA. Decía Kierkegaard que el miedo está relacionado con algún peligro conocido que puede dañarnos, pero la angustia es ante la nada, no hay algo que nos angustie, nos angustiamos de nada. Pero ¿cuando nos angustiamos más? Uno de los momentos de mayor angustia es cuando debemos “esperar”. La espera constituye un afecto muy desagradable, hay gente que no puede esperar. Personas que no saben si están enfermas y un día les llega la noticia de que tienen un cáncer. Muchos pensarán que la noticia es terrible y los destruirá, pero lo curioso es que no, se sienten liberados de algo peor para ellos: la espera por saber qué tienen. Al menos ahora saben cual es su enemigo y qué deben hacer con sus vidas o lo que quede de ella. Para estas personas la espera por saber qué tienen es peor que la noticia de una terrible enfermedad. Al menos con la enfermedad sabrán qué hacer y dejarán de perder el tiempo esperando. La vida recupera así su movimiento.

Con la espera se dan dos cosas opuestas, por un lado el tiempo se detiene y no puede ser aprovechado, por otro se escapa. No me canso de decir que “somos tiempo”, perderlo es perder una parte nuestra. Poseemos un tiempo finito para vivir, y saber que ese recurso tan valioso se pierde es muy doloroso pues nunca podrá recuperarse el tiempo perdido. No extraña entonces que Heidegger haya tomado como temas de meditación el “tiempo”, la “angustia”, la “nada” que se revela en la angustia, y la “muerte” como posibilidad última. Estos temas están fuertemente interrelacionados, poseen la misma fuente, se dan juntos, creo que nunca separados.

En la espera tomamos conciencia de nosotros mismos, jamás estamos tan despiertos como cuando debemos esperar, la autoconciencia se vuelve dolorosa. Ciorán dijo que el “aburrimiento” consistía en la toma de conciencia del tiempo. ¿Qué hacer? Esa es la pregunta que surge mientras se espera. Porque esa es la cuestión, debemos hacer algo con nuestro tiempo, no podemos permitir que se nos escape la vida.

Cuando debemos esperar lo hacemos por otros. La espera siempre está asociada a otros. Nuestra vida queda detenida hasta que Otro haga algo. Se espera por Otro. Este es otro motivo de irritación, el Otro nos obliga a perder algo tan valioso como nuestro tiempo, ese tiempo que somos. Es imperdonable lo que el Otro hace.

Debemos esperar que el médico nos dé el resultado de nuestros análisis, pero muchas veces notamos que no se preocupa, que demora por gusto, que tal vez no esté suficientemente capacitado. Nuestra vida depende de un Otro que no parece preocuparse por ello. Se espera por un empleo, y el empleador tiene, mientras tanto el control sobre nuestra vida, pues no podemos hacer gran cosa mientras no sepamos como se pronunciará. Podemos esperar por una persona que amamos, por el resultado de una lotería, por la suba o baja de las acciones en la Bolsa, por el clima antes de una cosecha, etc. Siempre hay un Otro por el qué esperar, porque hasta el destino se percibe como un Otro.

Que Otro tenga control sobre nosotros es imperdonable, intolerable. La ansiedad, según los psicoanalistas está asociada a los primeros días de vida del bebé, la ansiedad más dolorosa podría deberse al momento del nacimiento, pero también cuando se siente hambre y el pecho no está presente para calmar ese dolor tan intenso. El bebé depende completamente del Otro, de su madre para que satisfaga sus necesidades. Durante la espera se repite el estado de indefensión y dependencia del Otro. Todos conocemos a esos chicos superansiosos incapaces de esperar o de tolerar la mínima frustración. La espera entonces reedita los momentos de máxima indefensión del bebé y despierta las mismas ansiedades intolerables. Los chicos que más sufrieron en estos periodos serán los más ansiosos en el futuro.

No hay mejor camino para contrarrestar los afectos tan dolorosos que genera la espera por culpa del Otro que volverse completamente independiente, cosa de que jamás se deba esperar, que nadie tenga el control sobre nuestro tiempo. Pero al hacerlo, ¿no se abandona buena parte de las opciones de vida?

Las cosas no son en blanco o negro, ni un extremo ni otro, la dependencia posiblemente sí deba ser evitada, especialmente la llamada “dependencia emocional” que delata una gran inmadurez en el campo de las relaciones humanas, pero no la colaboración y el compartir. Algunas personas prefieren dejar de amar antes que necesitar a alguien, especialmente si han tenido experiencias negativas anteriormente. La espera la sufren fundamentalmente quienes tienden a crear dependencia emocional.

Pero a todo esto se agrega que vivimos en un mundo de ofertas y demandas, y sea lo que sea que necesites alguien lo estará vendiendo. Nada como consumir para calmar la angustia. Si estas angustiado pero tienes dinero para comprar cosas, compra mucho y te sentirás mejor. Los japoneses no toleran perder el tiempo, así que cuando deben viajar sus grandes distancias hasta el lugar de trabajo, lo hacen con esos aparatos con cursos o audiolibros que escuchan con auriculares, de esa manera aprovechan el tiempo. Facebook ofrece juegos para que la gente pase su tiempo de espera sintiendo que lo aprovecha de alguna manera. Hoy la espera casi pasa sin pena ni gloria porque todo el mundo puede estar conectado a alguna red o dispositivo que le brinde estímulo continuo.

Las “adicciones” todas tienen un único propósito: calmar la angustia de la espera. Está la frase “fumando espero”, hoy existen infinidad de estímulos adictivos porque su función es muy simple: entretener, distraer de la espera. Así podemos ver a la gente en una sala de espera jugando con sus celulares o tablets, leyendo un libro, o comiendo algo.

Así es como todo el mundo se está volviendo adicto a algún estímulo. La consecuencia obvia de estas adicciones es que el proveedor de los estímulos será quien controle sus mentes. Así es como vemos que grupos de personas adultas y a veces cultas realizan acciones completamente irracionales. El por qué lo hacen es simple: quien suministra los estímulos básicos controla sus mentes. El peligro de perder estos estímulos hará que las personas hagan cualquier cosa para evitarlo. Se crea una fuerte dependencia emocional con los proveedores de estímulos, sean cuales sean estos. Pero lo peor de todo es que esta dependencia emocional, esta adicción encubierta, no es consciente, porque la gente no se da cuenta de cuánto depende de estos estímulos.

Hoy, parece que todo el mundo está conectado a la Matrix sin ser consciente de ello.

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