martes, septiembre 25, 2012



Un filósofo es quien tiene voz propia, quien ha desarrollado un pensamiento propio acerca de las cuestiones esenciales que le aquejan a los hombres. Un profesor de filosofía es un comentador de textos, un interprete, un crítico, como ocurre con los críticos de arte. El crítico de arte tiene su lugar en el mundo, pero no tiene voz propia como la tiene el artista original. Lo mismo ocurre en el campo de la filosofía. Filósofos reales quedan muy pocos hoy, profesores de filosofía abundan. Es más, la mayoría de las obras actuales de filosofía son historias de la filosofía o estudian algún aspecto de una obra filosófica clásica. Por ejemplo, algún estudio sobre la “voluntad de poder” en la obra de Nietzsche. Quien esté interesado en el arte o la filosofía y no posea una voz propia fuerte y plenamente desarrollada, no le queda más remedio que dedicarse a comentar las obras de quienes sí la han poseído.

Quien no tiene voz propia, no está seguro de las cosas, depende de lo que le digan, cae en los clásicos lugares comunes cuando opina sobre algo: “la verdad es relativa”, “sólo sé que no sé nada”, “el amor verdadero es para siempre”, etc. Pero para quien tiene voz propia, todo es muy distinto porque las verdades, las ideas, brotan en él desde lo más profundo de su ser. Esto no quiere decir que no se equivoque jamás, pero lo cierto es que sus intuiciones son poderosas y descansan en una convicción y certidumbre muy firmes. Nietzsche desconfiaba de quienes pretendían demostrar sus verdades, en esta pretensión encontraba un intento de acallar la duda interior, y si cabía la duda, esa verdad no tenía valor. Las grandes verdades emergen con intensidad, y esa emergencia, esa irrupción en la conciencia sorprendiendo a quien la experimenta, es lo que le otorga la prueba a quien le llega. Por esto, cada vez que alguien pretende ver falta de humildad en quien está seguro de algo, pienso en lo opuesto, yo veo en la humildad, en el titubeo, la prueba del error. Porque una verdad no descansa en su construcción lógica, descansa en la intensa emoción que la generó. Podrá existir una etapa de enseñanza, de explicación de las ideas por parte del filósofo, pero estas demostraciones no son las que garantizan el valor de sus verdades. Una persona humilde a la hora de expresar su pensamiento más profundo, es alguien que está equivocado porque duda de sí mismo. La verdad no puede descansar en la duda ni en el titubeo.

El Filósofo se acerca más al artista que al científico en la creación de su obra, porque ésta emerge desde las profundidades de su ser fruto de la inspiración, de la misma forma que en el artista la obra surge de la inspiración, por más que haya algún que otro pensador que crea que en el arte la obra es fundamentalmente fruto del trabajo más que de la inspiración. Pero no entraré por ahora en esta falsa creencia. La obra filosófica se aproxima más a la obra artística.

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