Recuerdo haber leído en el Diario de Amiel acerca de la idea de “interioridad” como “resistencia” al mundo exterior. Nuestro último y más privado refugio. Ahí podemos preservarnos, ocultarnos, proteger una identidad de algún tipo. Ahí nos resistimos a las presiones del mundo, presiones que muchas veces empujan a la desintegración de ese ser interior, presiones que a veces lo logran. Es muy distinta la vida en el campo, o en lugares más primitivos cerca de la naturaleza, donde se está mentalmente en donde se está físicamente. Se habita el lugar en el que se está. Mientras que en ciudades de gran complejidad, no es tan así. Se puede estar en un cyber conversando con alguien y habitar en ese momento en otro lugar, muchas veces en esa zona virtual que llamamos interioridad.
Podemos estar conversando con alguien en un café, y habitar otro lugar, el futuro por ejemplo, mientras se están elaborando planes para un proyecto conjunto. Parece que la complejidad nos arranca del lugar físico en el que nos encontramos en estos momentos. En nuestro interior nos resistimos a aceptar las cosas que no nos gustan, nos resistimos a aceptar ciertas cosas que han pasado, o le damos mayor importancia a algo que ha pasado y que no la tiene. Ese mundo interior está habitado por nosotros, está decorado por nuestros deseos, por nuestros miedos, por lo que queremos llegar a hacer y ser, por lo que ha ocurrido, está creado por nosotros como lo está un sueño. Tal vez con un poco más de orden, porque buena parte del pensar e imaginar es el de encontrar un orden a las cosas. La integridad psíquica depende de ese orden. La imagen del preso político que pasa años tratando de mantener su integridad psíquica en ese reducido espacio interior donde se esfuerza por seguir siendo él mismo, sin que logren quebrarlo espiritualmente -a veces con terribles torturas-, es muy ilustrativa de lo interior. También la del estratega político, o empresario, donde lo interior constituye el cuartel general desde donde se desarrollan las estrategias políticas, de negocios, etc. La del trabajador asalariado que debe mantener un cierto semblante de conformidad en su tarea, mostrando buena disposición, para que no lo echen por mala actitud, mientras en su interior se rebela por la situación de explotación. La de todas las personas donde públicamente deben, muchas veces, mantener una cara -a veces de piedra- para mantener cierta distancia de los demás y así poder preservarse de alguna manera, pues cuando se revelan las vulnerabilidades, pueden ser empleadas en su contra. En este mundo tan competitivo y difícil, no siempre se puede confiar en las personas, por lo que la interioridad se llena de “secreto”. Me atrevería a decir que lo interior se alimenta y se crea de secreto. Lo interior es lo que mantenemos en secreto, lo que no queremos que se conozca, especialmente nuestros pensamientos, intenciones. No sé si han leído 1984, excelente libro para comprender el valor de lo interior para preservar la identidad. Ahí no se permiten los secretos, todos son observados a toda hora por pantallas enormes, el ojo del Gran Hermano siempre está atento. Hay que aprender a esconder los pensamientos, a no dejar que se adivinen por la expresión de la cara o algún movimiento del cuerpo. Siempre hay que expresar alegría por las cosas del Gran Hermano, por el partido, y odio por los enemigos del partido. Hasta existen rituales como los 2 minutos de odio diarios donde las personas deben competir por ver quienes expresan mejor su odio a los enemigos del partido, si alguno se queda rezagado en estas actuaciones colectivas, puede ser fuertemente sancionado y, hasta vaporizado, que no es otra cosa que matarlo y hacerlo desaparecer completamente de todos los registros donde constaba su existencia. Pero también estaban las muestras de agradecimiento al Gran Hermano por las cosas buenas que existían gracias al partido. Quien no aprendiera a fingir al punto de convencerse a sí mismo de que todas esas expresiones son verdaderas, podía ser vaporizado. El libro estaba inspirado en el comunismo ruso y las pretensiones del partido de controlar la mente de las personas a través del fomento de las denuncias, de manera que todos temieran expresar públicamente un pensamiento contrario al partido, pues podía ser denunciado y muerto por ello. Aquí hasta se llega a conceptos como el del "doblepensar", donde a veces los propios miembros del partido debían convencerse a sí mismos de que dos cosas opuestas eran ciertas porque así debía ser para el partido. Cosas parecidas ocurren con las sectas o religiones, donde si no se logra convencer acerca de la sinceridad de ciertas expresiones y manifestaciones hacia la autoridad, se puede terminar con la expulsión, excomunión, etc., de la secta, orden, movimiento. El gremialista que no se mostrara combativo difícilmente lograba carrera sindical. Desde muy chicos los niños aprenden a controlar sus expresiones, de manera de obtener la aprobación de su entorno, y cuando se resisten a ello, puede que sean mandados al psicólogo para que sean curados de su rebeldía, para que les corrijan esos comportamientos disfuncionales o poco adaptativos. Ahora recuerdo que en la URSS, quien pensara distinto al pensamiento único, era considerado un esquizofrénico que debía ser internado y curado -por lo menos aislado-, pues sólo alguien muy enfermo podía creer que el partido podía equivocarse. De esta manera se va construyendo lo interior como resistencia a las exigencias de un entorno para ser de cierta manera, para actuar de cierta manera y, por sobre todo, para pensar de cierta manera. Porque el control del pensamiento constituye un viejo proyecto de los hombres, creo que determinado genéticamente. No sólo se espera que los demás se comporten de cierta manera, sino que se espera que además quieran actuar de esa manera. Lo curioso es que a veces se logra eso, que las personas se convenzan de que una idea, un comportamiento, parte de ellos cuando en realidad parte de las exigencias de otra voluntad. Este tipo de disociación tiene el propósito de proteger la psiquis de las personas. Por lo que a veces, ni siquiera en ese interior tan secreto y protegido, se está a salvo.
Podemos estar conversando con alguien en un café, y habitar otro lugar, el futuro por ejemplo, mientras se están elaborando planes para un proyecto conjunto. Parece que la complejidad nos arranca del lugar físico en el que nos encontramos en estos momentos. En nuestro interior nos resistimos a aceptar las cosas que no nos gustan, nos resistimos a aceptar ciertas cosas que han pasado, o le damos mayor importancia a algo que ha pasado y que no la tiene. Ese mundo interior está habitado por nosotros, está decorado por nuestros deseos, por nuestros miedos, por lo que queremos llegar a hacer y ser, por lo que ha ocurrido, está creado por nosotros como lo está un sueño. Tal vez con un poco más de orden, porque buena parte del pensar e imaginar es el de encontrar un orden a las cosas. La integridad psíquica depende de ese orden. La imagen del preso político que pasa años tratando de mantener su integridad psíquica en ese reducido espacio interior donde se esfuerza por seguir siendo él mismo, sin que logren quebrarlo espiritualmente -a veces con terribles torturas-, es muy ilustrativa de lo interior. También la del estratega político, o empresario, donde lo interior constituye el cuartel general desde donde se desarrollan las estrategias políticas, de negocios, etc. La del trabajador asalariado que debe mantener un cierto semblante de conformidad en su tarea, mostrando buena disposición, para que no lo echen por mala actitud, mientras en su interior se rebela por la situación de explotación. La de todas las personas donde públicamente deben, muchas veces, mantener una cara -a veces de piedra- para mantener cierta distancia de los demás y así poder preservarse de alguna manera, pues cuando se revelan las vulnerabilidades, pueden ser empleadas en su contra. En este mundo tan competitivo y difícil, no siempre se puede confiar en las personas, por lo que la interioridad se llena de “secreto”. Me atrevería a decir que lo interior se alimenta y se crea de secreto. Lo interior es lo que mantenemos en secreto, lo que no queremos que se conozca, especialmente nuestros pensamientos, intenciones. No sé si han leído 1984, excelente libro para comprender el valor de lo interior para preservar la identidad. Ahí no se permiten los secretos, todos son observados a toda hora por pantallas enormes, el ojo del Gran Hermano siempre está atento. Hay que aprender a esconder los pensamientos, a no dejar que se adivinen por la expresión de la cara o algún movimiento del cuerpo. Siempre hay que expresar alegría por las cosas del Gran Hermano, por el partido, y odio por los enemigos del partido. Hasta existen rituales como los 2 minutos de odio diarios donde las personas deben competir por ver quienes expresan mejor su odio a los enemigos del partido, si alguno se queda rezagado en estas actuaciones colectivas, puede ser fuertemente sancionado y, hasta vaporizado, que no es otra cosa que matarlo y hacerlo desaparecer completamente de todos los registros donde constaba su existencia. Pero también estaban las muestras de agradecimiento al Gran Hermano por las cosas buenas que existían gracias al partido. Quien no aprendiera a fingir al punto de convencerse a sí mismo de que todas esas expresiones son verdaderas, podía ser vaporizado. El libro estaba inspirado en el comunismo ruso y las pretensiones del partido de controlar la mente de las personas a través del fomento de las denuncias, de manera que todos temieran expresar públicamente un pensamiento contrario al partido, pues podía ser denunciado y muerto por ello. Aquí hasta se llega a conceptos como el del "doblepensar", donde a veces los propios miembros del partido debían convencerse a sí mismos de que dos cosas opuestas eran ciertas porque así debía ser para el partido. Cosas parecidas ocurren con las sectas o religiones, donde si no se logra convencer acerca de la sinceridad de ciertas expresiones y manifestaciones hacia la autoridad, se puede terminar con la expulsión, excomunión, etc., de la secta, orden, movimiento. El gremialista que no se mostrara combativo difícilmente lograba carrera sindical. Desde muy chicos los niños aprenden a controlar sus expresiones, de manera de obtener la aprobación de su entorno, y cuando se resisten a ello, puede que sean mandados al psicólogo para que sean curados de su rebeldía, para que les corrijan esos comportamientos disfuncionales o poco adaptativos. Ahora recuerdo que en la URSS, quien pensara distinto al pensamiento único, era considerado un esquizofrénico que debía ser internado y curado -por lo menos aislado-, pues sólo alguien muy enfermo podía creer que el partido podía equivocarse. De esta manera se va construyendo lo interior como resistencia a las exigencias de un entorno para ser de cierta manera, para actuar de cierta manera y, por sobre todo, para pensar de cierta manera. Porque el control del pensamiento constituye un viejo proyecto de los hombres, creo que determinado genéticamente. No sólo se espera que los demás se comporten de cierta manera, sino que se espera que además quieran actuar de esa manera. Lo curioso es que a veces se logra eso, que las personas se convenzan de que una idea, un comportamiento, parte de ellos cuando en realidad parte de las exigencias de otra voluntad. Este tipo de disociación tiene el propósito de proteger la psiquis de las personas. Por lo que a veces, ni siquiera en ese interior tan secreto y protegido, se está a salvo.
Las sociedades complejas coartan las libertades individuales a través de las normas de conducta, poseen además sistemas de control social que hacen al mantenimiento del status quo, entre ellos el sistema educativo, el sistema legal, los medios masivos de comunicación, las estructuras familiares, etc.
ResponderBorrarTienen también métodos regulados de crítica, a través de los cuales permiten a los individuos individualizarse, se me ocurre aquí la existencia de tribus urbanas.
Las sociedades complejas deshumanizan en su afán de control, trivializan la expresión, fagocitan a los individuos.
(creo que en esto también soy un tanto radical)
Sí, es cierto, pero en toda comunidad debe existir una dialéctica individuo-comunidad, donde pueda ser posible la interacción. El hombre no puede existir en soledad, y no se puede estar viendo en los comportamientos de índole comunitaria como una pérdida de individualidad. Es más, el sólo hecho de nacer débiles y ser socializados en una familia, ya podría considerarse como una limitación al individuo.
BorrarSin embargo, la limitación es mala sólo cuando no es un encauzar el desarrollo de uno mismo. Todas las comunidades siempre impusieron reglas, con premios y sanciones al comportamiento, si no fuera así, no podrían existir las comunidades. No podemos vivir solos, existe una división del trabajo social, debemos encajar en el mundo de alguna manera, en algún rol.
La evolución de las sociedades debería traer aparejado el logro del máximo de libertad personal, pero es imposible la libertad absoluta, salvo que uno fuera completamente autosuficiente.
Claro, una cosa es encauzar el desarrollo buscando que la persona pueda desarrollar al máximo su potencial, idea que está contenida en la noción de “autorrealización”, otra muy distinta es romper el espíritu de las personas para encajarlas como sea en una posición sometidas a las estructuras de explotación.
Cuando la sociedad trata de meterse dentro de las personas, es cuando todo se rompe.
Quiero destacar un punto importante y es el de que es necesaria la capacidad de lucha para afirmarnos en el mundo. Por equilibrada que sea una comunidad, siempre es necesario disponer de la capacidad de afirmarnos en el mundo, porque nuestro lugar en el mundo no debe ser el que deseen asignarnos, sino que debemos construirlo nosotros, muchas veces haciendo un agujero en el mundo.