jueves, octubre 03, 2013



¿Qué es la verdad? ¿Cuales son las grandes verdades? ¿Qué debo hacer y qué no debo hacer? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Por quienes debo dar la vida y por quienes no? Estas son algunas de las muchas preguntas que el posmodernismo no puede responder apelando a la razón. No puede hacerlo porque no incumbe a la razón determinar qué cosas son importantes y qué no lo son.

Adoramos la razón, ella nos ha otorgado la ciencia y la tecnología. Gracias a la razón vivimos en un mundo casi mágico por los adelantos tecnológicos. Desde mi departamento en Montevideo puedo tener una videoconferencia con alguien que vive en China. ¡Estamos tan cerca de poder regenerar los órganos enfermos gracias a la reprogramación de las células madre! Parecería que la razón todo lo pudiera. Sherlock Holmes ha sido uno de los paradigmas del uso de la razón, podía resolver casi cualquier problema, bueno, para ser realistas, podía reconocer gracias a su gran capacidad de observación las pistas que podían ayudarle a resolver problemas, como quién mató a alguien. Gracias a las pistas que encontraba construía teorías y con estas encontraba a los delincuentes. Pero, paralelamente, era un anoréxico emocional.

Existen en el mundo personas que saben orientarse a la perfección en éste, son los que se convierten en líderes. En mayor número están los que no pueden hacerlo y necesitan ser guiados. Este es un dato crudo de la realidad. Posiblemente así deba ser para que los grupos operaran como unidades funcionales para sobrevivir. Si todos fueran líderes jamás se pondrían de acuerdo para emprender alguna acción, si todos fueran seguidores, menos. Las personas que no poseen una constitución física que les permita orientarse en el mundo, necesitan de alguien o algo que les guíe. Para eso estaban las grandes religiones. Aún hoy lo están. Pero no sólo las religiones, ya que existen grupos que ofrecen orientación y guía, hasta una causa a seguir. Grupos políticos, ecológicos, misioneros, etc.

Todos recordamos la gran frase de Nietzsche “Dios ha muerto” como sentencia que inauguraba un nuevo periodo histórico. Una de las guías más importantes que tenía el hombre, la religión, perdía prestigio y credibilidad para explicar las cosas y orientar a los hombres. Antes resultaba fácil saber qué hacer, porque las Santas Escrituras tenían todas las respuestas y, si no se encontraban ahí, los grandes Sacerdotes sabían como encontrarlas, en las Escrituras interpretándolas o canalizando de alguna manera las orientaciones de Dios. Cualquiera que se encontrara transitando alguna gran crisis existencial podía acudir a una iglesia y el párroco le daría algún tipo de guía. Pero Nietzsche destruyó las bases de la moral cristiana.

Creo que Nietzsche sólo señaló algo que estaba ocurriendo, si no hubiera sido él, otros lo habrían hecho. La filosofía y la ciencia ganaban terreno, especialmente el instrumento de la “razón” como medio para independizarse y encontrar por uno mismo respuesta a las grandes preguntas de la vida. Las “verdades de razón” se imponían a las supuestas “verdades reveladas”.

Este gran paso señalaba el crecimiento de la Humanidad, el pasaje a la adultez. Los niños crecen bajo la confianza y tutela de sus padres y mayores, las respuestas las tienen los mayores, las cosas que estos les decían eran verdad porque ellos las decían. Los mayores eran los puntos de referencia, los guías. Junto a este estado de dependencia los niños alimentan el “pensamiento mágico” con figuras que son proyecciones de estos padres todopoderosos. Pero llega el momento en el que alcanzan la madurez e independencia. A partir de ese momento los padres pierden autoridad y los jóvenes comienzan a confiar en sí mismos y en su criterio para guiarse en el mundo. Los padres se desidealizan y comienzan a ser captados como en verdad son. La frase “Dios ha muerto” de Nietzsche señaló este pasaje de la Humanidad con respecto a los Padres de las grandes religiones.

Bien, el hombre se hizo adulto y disponía de la razón para guiarse en el mundo, pero de algo más: los valores cristianos que aún se experimentaban como naturales. A pesar de que se habían destruido las bases de la moral cristiana o sea, su autoridad, aún se preferían y aceptaban como guías imprescindibles, casi incuestionables. El hombre aún sabía distinguir entre el bien y el mal, para ello empleaba inconscientemente valores cristianos. Resulta entendible que alguien adopte como propios aquellos valores en los que fue educado y criado durante su crecimiento. Muchas veces escuchamos justificar una elección con estas palabras “mi padre me enseñó qué ...”. Tradición y valores familiares han bastado para orientar a las personas luego de que la religión perdiera autoridad y peso. Estos valores se asumían sin ser cuestionados.

Pero debía llegar el día cuando eso ocurriera, todo debía ser expuesto a la luz de la razón. Ninguna autoridad debía sostenerse sin el visto bueno de la razón. Parecía un paso lógico, pero que desembocó en un estado de cosas que podría catalogarse como la “tiranía de la razón”. Así como hubo tiranos de la “fe religiosa” que decían hablar en nombre de Dios, aparecieron los nuevos tiranos que decían expresar la voluntad de la “razón”. Ciencia y razón deberían decirnos qué hacer pero éstas, no pueden proporcionarnos valores. La ciencia puede determinar cómo se comportan los fenómenos, pero no decirnos qué elegir. Por ejemplo, con el tema del aborto puede decirnos cuando está formado un feto, cuando puede sentir dolor, y alguna cosa más, pero jamás decirnos qué hacer con respecto a este tema.

La gente le pide a la razón y a la ciencia respuestas que no pueden dar, es más, ni siquiera saben qué pueden ofrecer. Los valores, aquello que para nosotros es importante, es lo que nos guía y guía a los hombres de ciencia, la ciencia no puede guiarnos. Los hombres adultos deciden ellos qué hacer, no esperan que un Dios o la ciencia les digan qué hacer. Pero esto no lo entienden la mayoría de los seguidores de las religiones o de la ciencia. No entienden que la esfera de los valores se encuentra por fuera del ámbito de la ciencia. Pero quien no sabe orientarse en el mundo por sí solo busca desesperadamente de alguna autoridad que lo guíe.

Así es como se llega al terrible relativismo que adormece a tantos. Personas que no son capaces de hacer pie en nada. Perdidos constitucionales, gente sin rumbo. Hoy, los defensores de la filosofía dicen que la ciencia no ha logrado responder a las grandes preguntas del hombre, que no ha podido dar contención espiritual. No se dan cuenta que esa no es la función de la ciencia. Menos, que tampoco lo es de la filosofía. Ambas pueden comprender los mecanismos de decisión del hombre, como lo hace la psicología, pero nada más. El hombre le tiene miedo a la libertad, a elegir, y necesita que alguna autoridad externa decida por él. Buscan en los textos sagrados, filosóficos, científicos, las respuestas que no se encuentran ahí.

Mi filosofía personal puede resumirse en esto: “sólo un tigre de papel necesita que le enseñen a cazar”. El hombre verdadero con fuertes instintos, sabe qué hacer, sabe qué es importante, no se pierde en dialécticas insustanciales. No espera que alguna autoridad externa a él le diga qué hacer. Me viene a la memoria una distinción que había hecho Erich Fromm hace unos cuántos años, habla del hombre gestionado desde el exterior y del hombre autogestionado. Tengo la sospecha de que el hombre autogestionado siempre fue así, es un hombre-tigre real, con fuertes instintos que lo guían, no vive en la duda permanente, no la alimenta como POSE intelectual. El hombre gestionado desde el exterior no posee fuertes instintos, es el hombre mediocre, que sigue la corriente, el hombre masa, el que no busca la aprobación de quienes le rodean y que es muy influenciable. Puede que con educación se le convenza de que debe ser él quien tome las riendas de su vida y se convierta en autogestionado, pero si lo hace será sólo una POSE adoptada. Buscará una y otra vez apoyo ambiental -como decía Fritz Pearls- para ganar confianza a la hora de actuar. La gente débil constitucionalmente, sin vigor, sin fuertes instintos guía, difícilmente pueda superar su condición. Describo un estado de cosas, no realizo un juicio moral.

La razón no puede guiarnos porque no es su cometido. El cometido de la razón es el de permitirnos desarrollar las estrategias para alcanzar lo que queremos, no para decirnos qué debemos querer. Tengo hambre, mucha hambre, necesito conseguir alimento, debo pensar donde hacerlo y cómo hacerlo. Cuestiones que resolveré a partir de mi experiencia y conocimiento del mundo. Los valores y cosas que nos mueven no nacen de la razón, nacen de la vida, nos movemos por PREFERENCIAS, la razón interviene a la hora de determinar el mejor camino para satisfacerlas.

Si un hijo está en peligro, su padre no duda en que debe hacer algo pronto para salvarlo, no porque le hayan enseñado que un hijo es importante, porque lo siente. De la misma manera que una perra sabe, porque lo siente, que la vida de su hijo es importante y que debe protegerlo. Los racionalistas extremos se llenan la boca con expresiones del tipo “el hombre a diferencia del animal puede elegir con su razón qué hacer, mientras que el animal es esclavo de su instinto”. No se da cuenta que esa libertad que dice tener es una carencia vital, porque la razón no puede decirle qué es IMPORTANTE. La razón puede ayudarnos a ponderar una situación y elegir, cuando sabemos lo que queremos, si no lo sabemos, de poco servicio será la razón. Si nos guiáramos por la razón nadie se casaría. En los modelos económicos que pretenden graficar el comportamiento de los actores económicos, casarse es la peor de las elecciones, pero, por suerte, la gente no se guía por la razón en estos casos.

Lo que es IMPORTANTE para nosotros se siente. Una persona puede ser importante para nosotros durante un tiempo y determinar de alguna manera nuestras elecciones de vida, pero un día deja de ser importante, ya no nos interesa, y pasa a un segundo plano o desaparece para siempre. De poco sirve la razón en estos casos. Algo o alguien es importante por nuestra historia de vida y configurará nuestras elecciones, este proceso es el que hay que entender. En nuestra vida emerge una gestalt, una forma, una figura que cobra importancia afectiva. Por ejemplo, quien elige una carrera a seguir, lo hace a partir de elementos inconscientes. Quien se enamora no sabe por qué se enamora, puede tener alguna idea, pero simplemente ocurre. Muchas veces nos sentimos impulsados a hacer cosas que van contra toda razón pero igual las hacemos.

Este es el punto que hay que rescatar de este análisis: lo importante no se determina por la razón, la razón no puede decirnos qué cosas son importantes. Debemos sentirlo. Recuerdo que cuando luego de la iluminación Buda dijo que sus padres y hermanos no eran para él más importantes que el resto de las personas, esta es una elección racional y falsa. Quien en verdad piensa así está completamente perdido. Si estoy enamorado la persona de la que lo estoy se convierte en la más importante en mi vida. Puede que hasta dé la vida por ella. Nada tiene que ver la razón aquí. Sin fuertes sentimientos que nos guíen, no sabríamos que hacer, si no amo a nadie, si todo el mundo valiera lo mismo para mí, no podría elegir. Un asesino valdría lo mismo que un santo. Así que si para Buda un asesino vale lo mismo que su madre, quiere decir si ella y un asesino se están ahogando y sólo puede salvar a uno, no podrá elegir a quién salvar.

Claro, decir que los sentimientos determinan qué hacer en nuestra vida también puede justificar cualquier cosa para quienes se pierden en las palabras y se quedan mirando el dedo que señala la luna. Pero no escribo para esa gente, porque no hay forma de hacerles entender, son tigres de papel, no corre sangre por sus venas. Los sentimientos nos dicen qué cosas son importantes en el ámbito personal pero en el ámbito colectivo la cosa cambia porque existen muchas voluntades que se sincronizan en un movimiento colectivo. Colectivamente se resuelve en torno al tema del aborto.

He escrito sobre el comportamiento del hombre masa y de la necesidad de líderes que los manejen. Pero esto es cierto con personas poco maduras, las personas maduras pueden crear grupos colaborativos para resolver problemas. En nuestros genes se encuentran estas posibilidades. Posiblemente el comportamiento del hombre masa constituya una regresión a estados muy primitivos del hombre, pero los adultos pueden establecer relaciones grupales de índole más madura y civilizada, como podemos verlo en algunos países nórdicos.

El relativismo que ha configurado este estado de cosas que se ha dado en llamar posmodernismo nace del error de pretender encontrar guía en la razón con respecto a definir qué cosas son importantes. Las cosas se vuelven importantes para nosotros por caminos desconocidos, posiblemente sea bueno que así sea, porque si dependiéramos de la razón para saber qué es importante nos encontraríamos paralizados.

Este estado de cosas etiquetado como posmodernismo afecta sólo a la filosofía y a quienes pretendan que la diosa “razón” les diga qué hacer. Los grandes filósofos, se guiaron por la intuición más que por la razón. Quienes han idealizado la razón han caído en fanatismos racionales como el del marxismo que pretendían imponer sus verdades con una metralleta. Los fanatismos que invocan a la diosa razón que mueven a las masas nacen de fuertes regresiones a estados primitivos de la evolución filogenética del hombre. Están muy próximos a los fanatismos religiosos. En cambio, en los grupos colaborativos todos tienen poder de elección, todos son adultos autogestionados que colaboran para alcanzar de la mejor manera lo que buscan.

El posmodernismo sólo nos muestra que aún quedan muchas personas perdidas en el mundo, que buscan desesperadamente ser gestionados desde el exterior antes que gestionarse a sí mismos. Simples imitadores del que tienen al lado, gente de la manada que buscan a su líder.

Este estado de cosas se superará cuando la Humanidad alcance la adultez. Pero temo que no ocurra, que quienes hoy ostentan el poder tecnológico y las armas no lo permitan. El Gran hermano está entre nosotros, la tecnología lo ha permitido. Creo que quienes aún siguen preocupados por el posmodernismo no captan el verdadero peligro que enfrentamos.

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2 comentarios:

  1. hipermoderno12:12 a.m.

    Es increible, estaba en otro sitio teniendo un debate sobre la Moral....y salio este tema del relativismo y la razon.

    En esa discusion se llego a la conclusion de que la Moral dependia de los usos y costumbres sociales particulares a un momento y un lugar concretos.

    por ejemplo se daba el caso de que el Leon se come a la gacela y que visto desde nuestra optica externa alli no hay juicio moral a utilizarce.

    Se puso el ejemplo de por ejemplo si un extraterrestre observase el Genocidio Nazi....este podia llegar a concluir que no estaba pasando nada bueno ni malo....

    Y luegollegue a este articulo.... entonces me doy cuenta que la discussion alli llegaba a la conclusion de que no podia existir ningun juicio moral ya que esta es ficticia y absolutamente artificial.....

    En esa discussion solo cabia la razon....

    Pero tu articulo me record que existen los instintos.....y la intuicion....

    Y entonces resultaria que la moral no nace de la razon y la convencion social sino que tambien nace de las emociones.

    Ante una situacion de peligro el individuo no puede ponerse a consultar que es lo permitido por la sociedad.....una madre que actuaria asi podria dejar que un sicopata exterminara a sus hijitos.....

    Asi es hay algo en lo profundo del ser humano que hace en realidad si haya un punto fijo de moral absoluta.

    Nuestros instintos son aquello que niega el relativismo de la razon.

    Saludos

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    1. Así es, basta con ver el comportamiento de los monos, tienen una ética instintiva y un fuerte sentido de la justicia, todo innato. La mejor forma de conocer al hombre es estudiando a los monos.

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