Claro que existe un sentido de la vida, el mío es el de ser quien soy

Para encontrar el sentido de tu vida existe sólo un camino: sentirlo. Debes sentirlo, ya que es la fuente de la mayoría de tus actos y el responsable de llevarte a veces por caminos que te sorprenden. El excesivo voluntarismo de nuestro tiempo pretende vender la idea de que cada uno “puede elegirse ser lo que quiera ser”, para lo que bastaría con elegirse racionalmente. Pero nosotros no nos movemos por razones, nos movemos por preferencias. No tenemos control sobre nuestras preferencias, sólo sobre lo que haremos con respecto a ellas. Pero generalmente hacemos lo que queremos hacer. Es posible controlar lo que las personas hacen, pero no lo que “quieran” hacer.

Quienes han estudiado economía saben que a veces se emplea un modelo racional para predecir el comportamiento de los agentes económicos, pero al hacerlo se tropiezan con un dato de la realidad que les niega este principio: el casamiento. Casarse puede resultar la peor de las elecciones desde el punto de vista racional en lo económico, sin embargo, las personas lo hacen a pesar, muchas veces, de repetidas experiencias pasadas que resultaron desastrosas. El mundo se mueve por elecciones emocionales más que racionales. Por este motivo, si queremos saber qué nos mueve en la vida debemos consultar lo que sentimos.

El sentido de la vida de Dalí o el de Picasso era el de convertirse en Dalí para el primero y el de convertirse en Picasso para el segundo. Nadie dudaría esto, menos ellos mismos. Los grandes hombres generalmente saben que su destino era el de convertirse en quienes llegaron a ser, porque aquello que los animaba era una fuerza fácilmente distinguible en ellos, la “sentían” en todo momento, no había elección, no podían ser otra persona. Desgraciadamente esto no ocurre con todos, la inmensa mayoría no saben qué hacer, no sienten nada que los guíen, por lo que necesitan seguir algo que se encuentre fuera de ellos mismos y que les indique qué hacer.

Dalí, Picasso, Freud, Einstein, fueron personas creativas y con una personalidad arrolladora, fueron genios, contaban con una biología que los respaldaba, contaban con “talento”. Cuando un talento hace su aparición en las primeras etapas del desarrollo de una persona, puede que resulte más fácil descubrirnos y saber qué hacer. Todo cambia cuando no aparecen esos talentos, cuando no se destaca en nada que pueda ser valorado en el grupo, entonces las elecciones se vuelven más complicadas. En su mayoría son las personas sin talentos apreciables las que no encuentran la forma de orientarse en la vida, son los buscadores permanentes, los consumidores de autoayuda, quienes no tienen nada claro y dudan de todo, los racionalistas que buscan orientación en la razón y la lógica en lugar de buscarlo en el instinto y en lo que sienten. Es el timorato que considera que todas las posiciones son respetables y aceptables. Es, quien en definitiva: jamás puede elegir algo, es quien duda de todo. Para peor, cree que este rasgo, el de vivir en la duda permanente, es un rasgo positivo a fomentar, sin percatarse que se debe a una deficiencia constitucional.

Estas personas -que constituyen la inmensa mayoría- al no encontrar dirección en sí mismas, demandan -sí, eso es lo peor, demandan- que los guíen, que le den respuestas, que le digan qué hacer. Religiones, Sectas, movimientos de todo tipo, reclutan a estas personas para sus filas y viven de ellas.

Siempre repito la frase que inspira buena parte de mi pensamiento y que dice “debemos llegar a ser quienes somos”. Porque es así, cada uno debe llegar a ser quien en verdad es, y no convertirse en una replica más de otros miles. Los testigos de Jehová son todos iguales, los cienciológos también, los comunistas también, los republicanos en EEUU están todos cortados por la misma tijera, así como los demócratas por otra.

Así como el destino de Dalí era el de convertirse en Dalí, el de cada persona es el de convertirse en quien es en potencia. Eso que somos en potencia está siempre activo, pero puede que para muchos sea tan débil que no puedan captarlo, especialmente cuando han perdido la confianza en sí mismos. Porque ésta debería acompañarnos siempre, si no está es porque se ha perdido. Quien al dar los primeros pasos en su vida se ha caído muchas veces, puede que haya perdido la confianza en sí mismo y luego no sea capaz de sentirse como para saber qué hacer. La frustración permanente es la causa de no poder desarrollar el “sentido de uno mismo” y de la pérdida de la confianza en uno mismo. Quien jamás puede obtener lo que quiere -especialmente en las primeras etapas de la vida- pierde la confianza en sí mismo y se hunde en la depresión. Dejará de hacer cosas, se cuidará de todo, desarrollará una existencia neutra, sin muchas aspiraciones. Sólo le quedará una opción: encontrar fuera de sí orientación. Lo hará en algún movimiento religioso, secta, causa social -o antisocial-, que le provea un sentido y una identidad fuerte.

Como pueden apreciar, lo que Dalí y Picasso tenían era una fuerte identidad, sabían que eran ellos. En cambio, quienes buscan orientación en el exterior no tienen una identidad lo bastante fuerte que los guíe, deben buscar otra que compartirán con algún grupo.

Quien tiene una fuerte identidad puede participar de muchos grupos sin perderla, son fuertes, saben quienes son y qué quieren, los que poseen, en cambio, identidades débiles, son como camaleones y pueden mimetizarse con quienes se reúnen.

La inmensa mayoría de las personas pasan por la vida sin llegar a saber quienes son, muy pocos llegan a ser quienes son en potencia. Llegar a ser quien se es en potencia es la autorrealización y la fuente de la mayor felicidad. Por lo que quienes dudan de la existencia de la felicidad están proporcionando una clara pista de lo perdidos que se encuentran.

Una fuerte MISMIDAD es el rasgo característico de todo gran CREADOR.