martes, septiembre 10, 2013



Sin duda que existen palabras que chocan al oído, especialmente aquellas que implican un juicio moral sobre las personas. Se puso de moda el no juzgar, la aceptación incondicional, el respeto a las opiniones divergentes, etc. Hoy pretendo destacar un patrón de comportamientos, no realizar juicios morales sobre las personas.

Si consultamos a quienes nos rodean y le preguntamos qué entienden por mediocridad, la mayoría nos dirán que el hombre mediocre es aquel que no aprovecha al máximo sus talentos, abandonándose a su suerte y a un pasar por la vida sin pena ni gloria. Puede ser que algo de esto ocurra, pero aquí es donde sí se está juzgando y mal. Pedro posee talentos para convertirse en un hombre de negocios y triunfar, pero renuncia a ello. Pero acá entran en juego los valores de Pedro, puede que no le interese hacerse rico, que prefiera hacer otra cosa con su vida, y quien lo juzga cometa el error de hacerlo a partir de sus propios valores. Muchos han sufrido el mal de la expectativa ajena, el entorno se crea expectativas sobre lo que las personas deberían hacer, especialmente padres, familiares cercanos, novios/as, esposas/os, etc. Obligando a los depositarios de estas expectativas a sufrir un conflicto interno, a veces muy doloroso. El chico que sufre la presión de sus padres para seguir una carrera que él no desea seguir. Para el padre que quiere que el hijo siga sus pasos convirtiéndose en médico puede resultar frustrante que el chico decida convertirse en artista, y que lo considere mediocre por ello.

¿Por qué motivo una persona puede renunciar a dar más de lo que da? Se nos vienen dos grandes motivos, el primero, claro, porque no le interesa ese camino. Acá se cierra el asunto, al hijo del médico no le interesa la medicina y punto. El segundo motivo puede ser otro: que el ejercicio de la medicina sí le interese, pero que tenga MIEDO a fracasar. Consideramos mediocre a alguien cuando notamos que el miedo al fracaso anima su comportamiento. El mediocre es miedoso, timorato, teme destacar, que la gente se fije en él, teme convertirse en centro de la atención y prefiere pasar desapercibido.

Sin duda que el miedo al fracaso marca la vida del mediocre, pero no completamente, existe un componente menos estudiado que deseo señalar en este artículo: el mediocre se rehúsa a tomar con decisión el timón de su vida. El mediocre sufre de una fobia marcada a tomar decisiones, a elegir. Renuncia a elegir. Prefiere ser conducido por las circunstancias.

La idea de mediocridad está asociada a la idea de promedio, la persona promedio es la que no destaca, posiblemente sea la que evita destacar, porque hacerlo implicaría hacerse responsable de sí mismo. Quien pretenda imponer de alguna manera su punto de vista deberá enfrentar a quienes están en contra. En los grupos unos pocos eligen el destino del grupo y el resto prefiere seguir los lineamientos definidos por estos. Los seguidores renuncian a elegir por sí mismos, tal vez no se sientan capaces de hacerlo. El grupo otorga seguridad a quienes no creen ser autosuficientes, a tomar decisiones correctas. La falta de confianza en uno mismo conduce a acercarse a quienes parece que están facultados para tomar decisiones correctas.

El mediocre renuncia a elegir, entrega el timón de su vida a otros o a la providencia. Para elegir hay que ejercitarse en tomar decisiones. Es la única manera de aprender a hacerlo y de crear confianza en uno mismo. Verán que estas personas no eligen prácticamente nunca, sólo se dejan llevar.

La consecuencia de este dejarse llevar termina en una fuerte sensación de inexistencia, de debilidad constitucional, hasta de falta de identidad. Pertenecer a un grupo ayuda a llevar la falta de identidad personal fuerte, ya que el grupo transmite su propia identidad. Pero quienes no se encuentren en grupos con fuerte identidad, llevan una vida adormecida.

Somos más en el momento de una elección, pues con cada elección nos elegimos a nosotros mismos, elegimos qué queremos ser.

Una persona ha alcanzado el éxito en la vida cuando ha logrado desarrollar aquello que le hace único en este mundo y con ello conquistado un lugar por el que se vuelve necesario y reconocido. Por este motivo la identidad es tan importante, porque en definitiva, la identidad es aquello que nos identifica por alguna razón. Quien no logra distinguirse, no alcanza un rango de SER satisfactorio. Intuitivamente consideramos mediocre aquel que no ha logrado distinguirse. Por este motivo ocurre que muchos evitan los caminos tradicionales de crecimiento porque resulta difícil destacar en ellos, prefiriendo caminos vírgenes donde pueden tener mayores oportunidades para distinguirse. Lo vemos todos los días en el hijo rebelde que busca su camino.

En definitiva, el hombre mediocre es aquel que no ha logrado crearse una identidad valiosa por la que ser reconocido. El hombre que no ha encontrado su voz propia.

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