Cuando repasamos el destino de los países latinoamericanos con gobiernos populistas de izquierda sólo podemos constatar una cosa: todos sin excepción están en la bancarrota o a punto de estarlo. Los motivos son dos: han robado todo lo que podían y han sido completamente ineficientes en la gestión.
He meditado mucho sobre el motivo de la ineficiencia de los gobiernos populistas de extrema izquierda y encuentro una enorme diferencia con los populismos de derecha: la incapacidad de trabajo de los militantes de izquierda.
Cuando se comparan los dos extremos sólo existe una gran diferencia: mientras unos poseen una buena capacidad de trabajo, los otros sólo son buenos para quejarse y pedir que les resuelvan los problemas.
Ambos extremos son malos, pero el gobierno de los menos aptos para el trabajo será siempre peor debido a que ataca las bases mismas de la riqueza de una nación: la producción de riqueza. Por eso la izquierda siempre iguala hacia abajo, porque salvo la élite gobernante y sus amigos y parientes, todo el pueblo se va empobreciendo por culpa del ataque sistemático a quienes generan riqueza con su trabajo.
No recuerdo quien fue el que dijo que los gobiernos socialistas gobiernan con el dinero de otros, hasta que el dinero se acaba.
¿Qué alimenta a la extrema izquierda? El enojo, la envidia a quienes tienen más. Las emociones más bajas de la especie humana. Los partidos de izquierda desarrollan la destreza para fomentar estas emociones y encauzarlas en su beneficio. Por ejemplo, todos los años en Uruguay (no recuerdo en qué día) se lleva a cabo la marcha por los desaparecidos en la dictadura hace 35 años, cosa que la gente no olvide lo que hicieron los militares y mantenga el enojo por aquella violencia. Los organizadores se callan la boca por los que están desapareciendo hoy en Venezuela y en Nicaragua, porque pertenecen al club de los gobiernos de izquierda.
La habilidad de los partidos de izquierda para fomentar el enojo y la envidia de sus partidarios no asombra, sí, digo bien: no asombra. Porque manipular a las masas no es cosa difícil, especialmente cuando se apela a las emociones más bajas. Porque gritar y exigir que les den cosas, es muy fácil, trabajar por conseguirlas, no mola tanto.
Si prestan atención al discurso proselitista de estos gobiernos, prometen justicia social, que traducido al lenguaje de las masas quiere decir quitarle a los que más tienen para dárselo a los que menos tienen. Claro, quien no tiene nada estará muy contento con esta idea, ya que le darán algo por nada y de paso sentirá placer por ver al objeto de su envidia resultar perjudicado de alguna manera. Pero habría que preguntarse: ¿por qué unos logran tener mucho y otros no? Señores, la respuesta es muy sencilla: unos han estudiado y trabajado para obtener lo que tienen y el resto no, por falta de capacidad, de ganas de trabajar, etc.
El ídolo de multitudes fuera del Uruguay, José Mujica, contaba con orgullo que ahora el parlamento estaba constituido en casi la mitad por no universitarios. Mujica odia a los universitarios. ¿Por qué? Por envidia, porque él no lo es. Colocó a un panadero como Ministro de Defensa. El tipo explicaba sus medidas con analogías relacionadas con la fabricación del pan.
¿Ustedes le pedirían a un albañil o a un ingeniero civil que construya un puente? ¿Ustedes se tratarían de una grave enfermedad con un santero o un médico especialista? En Montevideo construyeron un Corredor para los vehículos que se llama Corredor Garzón (pueden buscarlo en google). Lo construyeron mal, hubo un montón de muertes por accidentes de tránsito debidos a su mala construcción. Resultado, tienen que derribarlo. 80 millones de dólares de los contribuyentes tirados a la basura. El motivo es que con el odio a los universitarios los puestos clave del gobierno están ocupados, no con gente con aptitudes y conocimientos, sino por el grado de militancia o por ser amigo o familiar de algún político del partido de gobierno.
La izquierda fomenta el odio de clase, el odio a los que tienen más (sin importar que tienen más por haber trabajado más), al odio a los que tienen un nombre por sus credenciales académicas, en síntesis, a todos aquellos que por su trabajo han alcanzado cosas que ellos no por su falta de capacidad de trabajo.
La imagen al inicio es de un parlamentario de Podemos en España. Un tipo que no sirve para nada, sólo como símbolo contra los trajeados universitarios de la política tradicional. Nunca hizo nada, porque no tiene capacidad de trabajo, su única participación en la política ha sido prestar su imagen para que circule por las redes como ejemplo para las personas como él, que tanto abundan en el mundo. Trabajar exige esfuerzo, determinación, ser un inútil no, por lo que superan en número los inútiles. Para los inútiles que viven quejándose sin hacer nada, estos ejemplos son muy gratificantes. Pero claro, quieren justicia social, que para ellos consiste en que les den cosas sin tener que trabajar. Y si para darles a ellos hay que quitarles a quienes se lo han ganado, mejor. Pero el tema de la envidia no es menor. Los españoles recuerdan cómo Pablo Iglesias, líder de Podemos, criticó a varios políticos por haber comprado chalets de 600.000 euros. Con esa crítica fomentaba el odio de los seguidores de Podemos hacia estos horribles capitalistas, hasta que él se compró un chalet de 600.000 euros. Luego mandó hacer una encuesta pata ver cuánto perjudicaba esa compra a su imagen política. Porque su discurso sólo tiene un propósito: capitalizar el odio de la gente para hacer crecer su imagen política. Una vergüenza!! Esta gente no busca la justicia social, busca beneficiarse de ella.
Pero el problema se da cuando estos inútiles llegan al gobierno, simplemente no saben qué hacer. Por este motivo, lo único que hacen es cobrar impuestos, cada más altos para repartírselo entre ellos. Porque hacer obras ni pensar. Y cuando deben hacer alguna por la fuerza, la hacen mal, de mala calidad. Toda obra construida por un gobierno de izquierda está condenada a caerse pronto. Venezuela de exportadora de petróleo ha pasado a importarlo. El gobierno es tan inútil que ni eso es capaz de hacer bien.
Pero el tema de este artículo es el lenguaje inclusivo. Como la gente de izquierda no posee capacidad de trabajo ni de hacer obras, sólo les queda el gesto, el GESTO POLÍTICO como estrategia para llegar al poder y mantenerse en éste. Si prestan un poco de atención, verán que se han vuelto en maestros del gesto político, el impresentable de las rastras de la foto es un símbolo, un gesto político. En el mismo día de inauguración del parlamento español, una parlamentaria le dio teta a su bebé, como gesto feminista que dejara constancia cómo las mujeres deben trabajar y ser madres. Claro, en el parlamento tienen guardería y nunca más se la vio con el hijo, la cosa pasaba por ese gesto del momento. Pasado el efecto había que buscar otros.
La incapacidad de hacer obras de la izquierda por estar compuesta por gente sin capacidad de trabajo, conduce a que el gesto político se convierta en uno de los principales medios para hacer como si se hiciera algo y de paso mantener enojada a las personas de manera de encauzar el odio y la envidia. En Argentina las mismas obras se inauguraron un montón de veces. En Uruguay la falta de obras está conduciendo a lo mismo.
Dentro de estos gestos se encuentra el “lenguaje inclusivo”. El motivo del mismo es generar enojo en quienes puedan sentirse discriminados. Claro, resulta más fácil corregir formas lingüísticas que hacer algo real para solucionar las injusticias sociales. Entonces, para hablar al público debo enumerarlos a todos para evitar la discriminación, porque si sólo digo “todas y todos”, que estarían incluidos en todos, dejo fuera a los negros, chinos, niños, ancianos, calvos, etc. Porque para ser inclusivo existe sólo un camino, y es el que se seguía hasta ahora con decir “todos”, porque si se entra en la enumeración, hay que enumerarlos a todos, y si hay 59 personas a quienes nos dirigimos, debemos mencionarlas a cada una, porque si no lo hacemos caeríamos en el mismo error del simplemente “todos”. Pero es que estos tontos ni cuenta se dan que con su lenguaje inclusivo terminan discriminando más.
Pero lo del lenguaje inclusivo es otro gesto político para generar divisiones y enojo, y que nace de la incapacidad de generar obras reales para solucionar las reales injusticias sociales.
Un país depende de la generación de riqueza, cualquier cosa que ataque la generación de riquezas daña a la sociedad. En Uruguay la consecuencia de las políticas de justicia social han terminado por provocar un aumento alarmante del desempleo. Porque claro, de tanto quitarle a quienes producen riqueza y atacarlos de tantas formas, no se genera riqueza ni puestos de trabajo. Lo que lleva a crear falsos puestos de trabajo contratando funcionarios públicos. Y para pagarles se deben crear más impuestos, y más impuestos hace que la carga impositiva a los productores sea inaguantable y terminen cerrando empresas. Solución: pedir préstamos y endeudarnos. Y la mala gestión de este gobierno terminará por endeudar a nuestros hijos por 20 generaciones.
Viva el lenguaje inclusivo y los gestos políticos de estos anormales que no poseen capacidad de trabajo.
En síntesis para conformar a los tontos podemos eliminar dos vocales, la "a" y la "o" y hacer que todas las palabras terminen en "e". O inventar otra vocal para finalizar todas las palabras.
En síntesis para conformar a los tontos podemos eliminar dos vocales, la "a" y la "o" y hacer que todas las palabras terminen en "e". O inventar otra vocal para finalizar todas las palabras.
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