sábado, octubre 05, 2013



Un texto filosófico es una unidad si contiene una verdad. Porque fue escrito desde ésta. Una verdad importante es aquella que nos emociona, porque la gente real habla de cosas que le importan. Es más, reconocemos a los tontos porque parece que no fueran capaces de discriminar qué cosas son importantes y qué no. Necesitan que alguien se lo haga notar. Así que un texto filosófico se acerca a una obra artística que también nació de una intensa emoción que le confiere unidad.

Cuando analizamos una obra de arte debemos apreciarla en su conjunto para captar la emoción de fondo, si alteramos alguno de sus elementos, cambiamos el sentido de la obra. Por ejemplo, ante un poema jamás se nos ocurría tratar de entender un término fuera de ese poema, porque no tendría sentido. Ese término tiene sentido en el lugar que ocupa en el poema.

En un texto filosófico ocurre algo parecido. Claro, no es tan fuerte la dependencia entre los términos con qué se construye un texto filosófico y los términos con que se compone un poema, pero sí es cierto que hay que tratar el texto como una unidad y que los términos cobran sentido dentro de esa unidad.

El sofista, el que actúa con mala fe tratando de vencer al texto, o el que simplemente no es capaz de entender, procederá aislando los términos y sacarlos de contexto. Tratará de descalificar uno de los elementos simbólicos con la pretensión de que si lo logra destruirá el conjunto del texto. Nada nuevo bajo el sol, intuitivamente tratamos de hacer esto en los debates. Sin embargo, cada texto es una unidad y no debe ser comprendido a partir de la disección de su contenido. Quienes se quedan mirando el dedo que señala la luna son quienes acostumbran a caer en esta práctica. Posiblemente porque pretendan captar el sentido del texto desde la lógica pura. Jamás me encontré con personas más incapaces de entender las cosas que con los lógicos puros. Esta gente no es capaz de entender nada, posiblemente porque pretenden entender desde la pura razón y no desde las tripas. La verdad no está en la lógica, la desborda, pero nunca podrán entenderlo. Esta gente no entiende al arte, no pueden entender un poema, una pintura. La verdad trasciende la lógica y por eso podemos encontrar más verdades en las obras clásicas de la literatura que en los grandes textos filosóficos.

El tonto no puede entender el arte, pero sí puede entender la lógica. Este hecho tan notorio debería alertar a los lógicos. Es más, debería alertar a los psicólogos que pretenden entender al hombre desde la lógica del comportamiento antes que del sentido de sus expresiones. El hombre se expresa, expresa su verdad inconsciente, esto debemos entender antes que ver el comportamiento sólo como efecto del condicionamiento. Puede que los tontos no se expresen y que sí sean fruto de un comportamiento que no los distinga del hombre masa. Aunque escuchar las débiles verdades que murmullan en ellos pueda hacerlos crecer y despertar a la melodía de su verdad.

La verdad trasciende la lógica. Generalmente cuando me encuentro frente a un lógico que pretende descomponer mis textos para el análisis lógico descuidando el sentido global de lo que EXPRESO, lo ignoro o lo llevo a otro terreno. Esos discutidores profesionales entrenados en la no comprensión de textos y que creen que están jugando el juego de Sócrates, no cumplen ninguna función educativa, sólo son perritos ladradores sin verdades propias que expresar. Carroña que se alimenta de la comprensión de otros. Pero debo reconocer que no son conscientes de lo que hacen, posiblemente este texto les brinde la oportunidad de entenderlo. Tal vez su error parta de la creencia de que un verdadero texto filosófico debe ser analizado de la misma manera que un texto científico, cosa que no debe ocurrir. Un verdadero texto filosófico actual que pretenda cumplir con los mismos requisitos que un texto científico, está equivocado. Cuando estoy frente a un texto o la expresión de alguien, escucho entrelíneas las débiles verdades que se asoman.

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