sábado, abril 13, 2013



Un principio educativo básico del Zen es el de aprender haciendo, de esta manera el conocimiento está penetrado por fuertes experiencias que le dan sustento y, así, se evita ese persistente intelectualismo vacío occidental que termina en concepciones reñidas con la realidad humana. Resulta fácil reconocer al intelectualista sin experiencia de vida ya que no reconoce límites a sus elucubraciones teóricas, las limitaciones que, precisamente, la realidad nos impone. Las concepciones realistas son aquellas que reconocen los límites que la realidad impone, límites que no necesariamente limitan, ya que pueden estimular la creatividad para superarlos, siempre y cuando primero se los reconozca. El practicante Zen demuestra su saber a través del obrar, no exponiendo argumentos perfectamente lógicos. Si un discípulo le preguntara a su Maestro por el “sentido del Ser”, el Maestro le pediría que colocara frente a él al Ser para así responderle. El Zen está anclado en la experiencia de vida, pretende profundizar en ésta, no escapar al mundo de la fantasía.

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