Conversando con una amiga sobre el artículo El Desencanto, especialmente sobre los comentarios que posteriormente se realizaron en el mismo, me surgió esta respuesta que me parece un complemento aclaratorio al artículo:
En el artículo que menciona empleo el término “realismo” con el sentido de desencantamiento, como el ya no querer ilusionarse más. Si se ha formado en ciencias sociales debe saber que el camino del hombre va siguiendo una línea de desilusión progresiva desde la niñez hasta la adultez, vejez, etc. Pero esa desilusión no se produce de cualquier manera, o no debe producirse de cualquier manera. La desilusión progresiva debe consistir en una adecuación de las expectativas al objeto. La jovencita espera encontrar al príncipe azul, y ve al príncipe azul en los primeros jovencitos que conoce, pero pronto se va dando cuenta que el príncipe azul tal como lo sueña no existe. Entonces va adecuando sus expectativas a la realidad. Durante este proceso pueden ocurrir varias cosas, las posibilidades más opuestas serían que se desilusione tanto por algunas experiencias muy traumáticas que pierda completamente el deseo o la creencia de que podrá encontrar un hombre con quien ser feliz. El otro opuesto podría ser que conociera un hombre con quien ser feliz, y que verdaderamente viva una vida feliz, plena y realista. Esto quiere decir que es capaz de relacionarse con alguien aceptando todas sus notas constitutivas, aún cuando existan fuertes contradicciones. Sé que este tema es de gran complejidad, por lo que me ayudaré con un ejemplo. A los niños les gusta leer revistas de comics, de caricaturas. Se podría decir que llegamos al mundo con ciertas ideas básicas conque entender el mundo, y otras ideas básicas las obtenemos del medio en el que crecemos. Por lo que en los primeros contactos con el mundo se podría decir que lo percibimos en blanco o negro, o con ideas que son una caricatura de lo real. Este mundo de caricaturas en el que vivimos en un comienzo se irá complejizando poco a poco, logrando construir representaciones de gran complejidad, las personas y las cosas van dejando de ser ideas para convertirse en personas y cosas con una fuerte densidad existencial. Pero si experiencias muy dolorosas se producen durante el proceso ocurre que ese mundo de caricaturas puede fijarse, congelarse. En realidad, es fácil percibir en qué punto del desarrollo se quedó fijado una persona a través de sus expresiones. Entonces, lo que esa persona considera realismo es sólo una colección de peligros, de representaciones dolorosas de las que deberá cuidarse, evitar. Peligros reales, pero que al ser coleccionados de forma tan exhaustiva se convierten en destino, pues de alguna manera las ideas que se sostienen terminan por realizarse.
Nosotros construimos nuestro mundo al dibujarlo con nuestros pensamientos, al hablar acerca de él, al prestarle atención. Si por realismo extremo dibujamos sólo lo negativo construiremos un mundo gris y tenebroso, mientras que si dibujamos los aspectos positivos, ocurrirá lo contrario, crearemos un mundo en el que desearemos habitar.
Mantener y alimentar el encantamiento no consiste en vivir en la fantasía negando la realidad, porque eso sólo trae pobreza existencial. Consiste en saber destacar los aspectos deseables de nuestra realidad. Las personas no son conscientes de cuánto colaboran en la construcción de su mundo.
Las personas esperan a que las cosas ocurran. Por ejemplo, en materia sexual esperan a que algo ocurra, y puede que en un comienzo eso funcione, pero al final la entropía triunfa y el sistema decae. Esto ocurre en todas las cosas, dejarse llevar por lo que está ocurriendo termina por llevarnos a la muerte. En realidad la muerte es eso: la desorganización, la desaparición de lo complejo. Mientras que Eros conduce al aumento de la complejidad. Somos responsables de lo bueno y de lo malo que nos ocurre. Aunque, claro que muchas personas no disponen de los medios para enfrentar las situaciones en que se encuentran. Por esto,el desencanto o el encantamiento son cosas que hacemos nosotros, son procesos que dependen de nuestra voluntad y de cómo nos relacionamos con el mundo. Las personas deberían darse cuenta de cómo desencantan su mundo, o de como lo encantan, para así asumir el control del proceso.
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