miércoles, diciembre 11, 2013



Se sigue tratando de entender al hombre como organismo independiente, es un error. Se reconoce que es un animal social, pero no se reconoce que su ser depende del grupo en el que está. Lo que le ocurra al grupo le afecta a él, pero no sólo porque le afecte de alguna manera -por ejemplo, la suba del precio de los alimentos le afectará- sino porque llevamos al mundo adentro. Me adelanto a alguna crítica ingenua, cuando digo que llevamos al mundo adentro digo que llevamos una representación del mismo. Buena parte de la función del habla es la de permitir tratar con lo que está ausente, la mayoría de nuestras conversaciones tratan de objetos que no están presentes. Pedro no es el Pedro real, es una construcción que hago de él, construcción que sufre modificaciones cada vez que trato con él o me entero de algo relacionado con él.

Cada representación se enriquece con el paso del tiempo. La idea que nos formamos de las personas y los distintos fenómenos de nuestro mundo se va modificando y enriqueciendo con el paso del tiempo. ¿Qué implica el hecho de que llevemos al Mundo adentro? Que cada elemento de este mundo que ha sido interiorizado nos afecta desde adentro. Es la causa eficiente del trauma. Nos ha ocurrido algo traumático hace un tiempo y no podemos sacarlo de nuestra cabeza, al revivirlo continuamente nos afecta tanto o más como la primera vez que ocurrió el hecho traumático. Si nos enojamos con alguien, el enojo sigue afectándonos por dentro aún cuando la persona con la que nos enojamos se encuentre lejos. Cada vínculo intenso implica que estamos unidos a otra persona que actúa sobre nosotros desde fuera y desde adentro. Cargamos con una versión interna de todas las personas significativas. Muchas veces resolver un problema con alguien implica primero resolverlo con esa versión interiorizada.

Si el Mundo está enfermo, el Mundo que llevamos dentro también lo está. El Mundo es grande y complejo, no podríamos cargarlo en su totalidad, así que cada miembro de un grupo carga una parte. Nuestra identidad se sostiene a partir de imágenes que guardamos, recuerdos seleccionados para poder construirla al igual que un pueblo construye su identidad a partir de ciertos hitos. La selección es algo arbitraria, por ejemplo en un pueblo se necesitan héroes, si no se encuentran se eligen algunas personas que pueden, luego de algo de maquillaje, ocupar un lugar destacado. Con el paso del tiempo los rasgos humanos van desapareciendo y se van reforzando los rasgos idealizados. Nuestra identidad la construimos de forma parecida a través de ciertos momentos de nuestra vida seleccionados de forma algo arbitraria para construirnos una identidad con la que nos sentimos más o menos bien. Es como decorar una casa para que transmita un cierto clima. Si algún elemento no concuerda con la idea que deseamos transmitir, nos genera un malestar que nos lleva a quitarlo o modificarlo para que se adecue a lo que queremos expresar. Es como construir un perfil en una red social, se escogen aquellos elementos biográficos -o no biográficos- que ayudan a construir la imagen que se desea transmitir. Por esto, la identidad siempre será resultado del conflicto de la imagen que se quiere transmitir y de los hechos reales de nuestra historia que descansan en la memoria de quienes nos conocen. La identidad de los pueblos también, claro.

No sólo llevamos al mundo adentro, estamos unidos a los demás. Hay temas que me exigen un esfuerzo muy particular para dar a conocer fenómenos de difícil comprensión. Uno de ellos es lo que ocurre cuando dos personas se encuentran en un vínculo estrecho. Sus organismos se sincronizan de alguna manera y se producen fenómenos telepáticos. La telepatía implica vínculos estrechos entre las personas. Jung desarrolló el concepto de “inconsciente colectivo” para diferenciarlo del “inconsciente personal”. El inconsciente colectivo es la unión que mantenemos con las demás personas. Es un sistema que porta la experiencia y los saberes del grupo y lo que está ocurriendo en el grupo, esto implica las tensiones que están configurándolo.

La consciencia no revela toda nuestra vida anímica, la expresión del inconsciente se da en los sueños, la fantasía, ideas que nos persiguen, etc. Las personas muy racionales terminan descubriendo que no saben cómo orientarse en el mundo, porque no disponen del saber que porta el inconsciente. El inconsciente continuamente nos da pistas sobre lo que nos ocurre y sobre lo que debemos hacer. Si se lo reprime con la intención de ser racionales al actuar, se termina en el equívoco. Lo vemos hoy con el gran desarrollo de la ciencia y el desorden mundial que está por conducirnos a una catástrofe de dimensiones bíblicas. La ciencia no nos permite orientarnos en el mundo. Sé que no entenderán esto que acabo de decir, algún día lo explicaré mejor. Sin embargo, las esperanzas que se tenían en la ciencia para guiar a la humanidad se fue debilitando desde hace 150 años. Se pensó que podría sustituir a la religión, pero no pudo, los filósofos aprovecharon este fracaso para tratar de recuperar a la filosofía de las cenizas del olvido, pero tampoco han logrado un resultado superior al de la ciencia. Los logros tecnológicos son importantes, pero la gente está enferma, basta con ver las estadísticas de la gente que toma medicamentos psiquiátricos.

El Mundo está enfermo y no podemos alejarnos de él porque lo llevamos adentro y desde dentro empuja a que hagamos algo por curarlo. Esto no se arregla con tener buenas ondas, con ser positivo, con fingir que todo está bien. La inmensa mayoría de las personas sienten que algo está mal, pero se han anestesiado a las noticias catastróficas. Muchos no pueden hacer nada, así que sólo les queda tratar de crear un ambiente controlado en torno a ellos que les permita resistir a lo que ocurre en otras partes del globo. Pero mientras el Mundo esté tan enfermo y, casi diría que muriendo, nadie estará bien.

Tengo la sospecha de que cuando una persona se cura, el Mundo también se cura un poquito.

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