Expresarnos es sacar algo fuera y permite la comunicación, no sólo con los demás sino que también con nosotros mismos. Las personas incapaces de expresarse, por temor o lo que sea, tienen poco conocimiento de sí mismas, no necesariamente de los demás.
Resulta bueno a veces saber contenerse, pero no para siempre. Yo me contengo hasta que lo que tengo para decir alcance la tensión suficiente como para que me llene de convicción. Las grandes verdades se nos escapan cuando intensas emociones nos gobiernan. Por este motivo si deseas encontrar grandes verdades las encontrarás especialmente en la poesía, antes que en la ciencia.
La forma de los primeros textos filosóficos era el poema.
También hay que recordar que bloquear la expresión conduce al estancamiento existencial y a la enfermedad, ya que muchas veces el síntoma no es otra cosa que el cuerpo hablando sin nuestro consentimiento. Por esto cura expresarnos, pero claro, lo que debemos expresar. La expresión forzada no cura ni libera. Cura eso que medio se nos escapa medio conducimos.
Los místicos ermitaños hacían voto de silencio para que así, al bloquear la expresión, las emociones alcanzaran el nivel de tensión suficiente como para que su cuerpo les hablara revelándoles las verdades que tanto buscaban, esas que borraban toda duda. Podía ser a través de una voz que les hablaba, una visión, o simplemente un saber directo, una intuición incuestionable.
Desparramarnos por el mundo en distracciones y entretenimientos vacuos conduce a la dispersión, la pérdida de sustancia vital.
Para encontrarnos debemos, primero autobloquearnos, contenernos, hasta que aquello que debemos expresar se nos aparezca con tal intensidad que borre nuestras dudas.
En el Zen la Iluminación se llama Satori y consiste en la intuición directa de nuestra naturaleza, sólo se da cuando luego de años de meditación profunda se alcanza la tensión emocional suficiente como para que nuestra naturaleza se exprese en un acto total que borre todas nuestras dudas.
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