La pregunta por el sentido de la vida es muy vieja en filosofía y de muy difícil solución debido a que indudablemente las personas viven vidas muy particulares y distintas. Para un comunista el sentido de la vida puede implicar alcanzar la realización de la sociedad comunista, para el religioso cumplir con las exigencias de su religión para alcanzar el cielo, etc. Pero aquí está el error, se confunde el sentido de la vida con las cosmovisiones de las personas, con los valores a través de los cuales viven. Así está mal planteado el problema y jamás se alcanzaría un resultado aceptable para esta pregunta.
Es claro que los valores por los que las personas se mueven son distintos. Ahora bien, cambiemos el enfoque para abordar esta pregunta por el sentido, hagamos un ejercicio de álgebra. Planteemos la hipótesis de que el sentido existe. Bueno, si el sentido existe ¿dónde se manifiesta? Es claro que si existe el sentido de la vida éste se manifiesta aún en contra de la persona a través del cual se manifiesta. Si hablamos de un sentido, hablamos de una dirección estable que se expresa en nosotros, no de preferencias personales muchas veces arbitrarias y circunstanciales. Si el sentido existe podemos encontrarlo en un tipo muy particular de comportamiento: el comportamiento espontáneo no premeditado, ese comportamiento que muchas veces llamamos inconsciente. ¿Qué estamos haciendo cuando no estamos haciendo nada o cuando estamos haciendo cosas sin pensar? Miremos a la persona X, observemos sus actos y prestemos atención a lo siguiente: al actuar lo hace por motivos, ¿pero estos motivos en verdad corresponden a los motivos del acto? No siempre. Si seguimos observando en un periodo amplio de tiempo veremos que la persona hace las mismas cosas a lo largo de su vida pero con motivaciones diferentes. Sin embargo, idependientemente de la autojustificación que se dé la persona en cada momento de su vida para actuar, existe una constante: todos los actos vistos en su conjunto muestran una intencionalidad muy marcada, muy precisa. No existe el caos y la arbitrariedad en el comportamiento de una persona a lo largo de grandes periodos de tiempo, existe un plan muy bien estructurado. Esto cuesta percibirlo en los actos premeditados, pero en esos actos que hacemos sin pensar, en los llamados actos impulsivos -como hacer algo que se nos ocurre en cierto momento-, revelan una intención que se configura a lo largo del tiempo y que es bien detectable. El sentido de la vida de Pedro es su vida. Claro, esto no quiere decir que él lo conozca, porque no es necesario conocerlo para realizarlo, es más, tal vez sea mejor no conocerlo para realizarlo. Cerca de la muerte cuando examinamos nuestra vida podemos conocer cuál era nuestro propósito.
Es claro que los valores por los que las personas se mueven son distintos. Ahora bien, cambiemos el enfoque para abordar esta pregunta por el sentido, hagamos un ejercicio de álgebra. Planteemos la hipótesis de que el sentido existe. Bueno, si el sentido existe ¿dónde se manifiesta? Es claro que si existe el sentido de la vida éste se manifiesta aún en contra de la persona a través del cual se manifiesta. Si hablamos de un sentido, hablamos de una dirección estable que se expresa en nosotros, no de preferencias personales muchas veces arbitrarias y circunstanciales. Si el sentido existe podemos encontrarlo en un tipo muy particular de comportamiento: el comportamiento espontáneo no premeditado, ese comportamiento que muchas veces llamamos inconsciente. ¿Qué estamos haciendo cuando no estamos haciendo nada o cuando estamos haciendo cosas sin pensar? Miremos a la persona X, observemos sus actos y prestemos atención a lo siguiente: al actuar lo hace por motivos, ¿pero estos motivos en verdad corresponden a los motivos del acto? No siempre. Si seguimos observando en un periodo amplio de tiempo veremos que la persona hace las mismas cosas a lo largo de su vida pero con motivaciones diferentes. Sin embargo, idependientemente de la autojustificación que se dé la persona en cada momento de su vida para actuar, existe una constante: todos los actos vistos en su conjunto muestran una intencionalidad muy marcada, muy precisa. No existe el caos y la arbitrariedad en el comportamiento de una persona a lo largo de grandes periodos de tiempo, existe un plan muy bien estructurado. Esto cuesta percibirlo en los actos premeditados, pero en esos actos que hacemos sin pensar, en los llamados actos impulsivos -como hacer algo que se nos ocurre en cierto momento-, revelan una intención que se configura a lo largo del tiempo y que es bien detectable. El sentido de la vida de Pedro es su vida. Claro, esto no quiere decir que él lo conozca, porque no es necesario conocerlo para realizarlo, es más, tal vez sea mejor no conocerlo para realizarlo. Cerca de la muerte cuando examinamos nuestra vida podemos conocer cuál era nuestro propósito.
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