sábado, diciembre 26, 2015



Cada vez que alguien me pregunta en qué consiste la ética recuerdo a Levinas que decía que la dimensión ética nacía con la aparición del otro. Si estuviera solo en el mundo haría lo que quisiera o pudiera sin preocuparme de nada más, pero cuando el otro aparece todo cambia. Ya no se puede hacer lo que se quiera pues existe otra voluntad, otra intención, y consecuencias en los actos. Pero no sólo consecuencias, sino que también puede existir preocupación. Solo no hay consecuencias, si como la fruta de un árbol no ocurre nada, sólo que deja de existir como fruta y algo de ella pasará a formar parte de mí. Pero si se encuentra el otro cerca sí, porque puede que el otro también quiera comer esa fruta o que la necesite para sobrevivir. Si me encuentro en un bosque con escasez de alimento sólo debo velar por mí mismo, si cazo un conejo para comer puedo comérmelo solo, pero si estoy con otro debo considerar al otro y decidir qué hacer, ¿lo comparto para que no muera de hambre? ¿me lo como todo pensando en sobrevivir a pesar de que ese acto puede implicar la muerte del otro? Esta es la dimensión de la ética, el nacimiento del bien y del mal.

Cuando el otro aparece en el horizonte vital surge la necesidad de contemplarlo cada vez que se deba o se quiera hacer algo. Claro, existe la posibilidad de ignorarlo, eliminarlo, contemplarlo a veces y otras no, defenderse etc. El otro puede querer nuestras cosas y eso es peligroso, pero el otro también puede ayudarnos a cazar y colaborar con nosotros. El otro puede ser una bendición o un peligro de muerte, y entre estos dos extremos desplegarse la relación. Porque ahí está la cuestión, la aparición del otro implica el vínculo, la relación. Con el otro se establece una relación y el mundo cambia. Comenzamos a vivir en una relación, lo que implica tener que contemplarlo en cada uno de nuestros actos, para bien o para mal.

El hombre es un ser social, vive en grupos, comunidades. Se nace en el seno de una familia, se aprende a hablar y pensar en el lenguaje de esa familia, se conoce al mundo desde esa familia. El otro siempre está presente en nuestras vidas desde antes del nacimiento, sin el otro no sobreviviríamos. El otro en la especie humana es constitutivo de nuestro ser. Nuestra mente tiene al otro integrado en sus procesos cognitivos y afectivos. Desde que nacemos cada uno de nuestros actos está sometido de alguna manera a la aprobación o rechazo de los demás. Y en este campo de aprobación o rechazo crecemos.

Quiero destacar algo muy importante en esta estructura. Supongan que yo existiera solo, que nunca hubiera estado con alguien, que hubiera aparecido en el mundo por generación espontánea. Existiría solo, haría lo que quisiera, etc. Un día por generación espontánea aparece alguien más y todo cambia. Habrá que conocer a ese ser semejante a mí que se me aparece, comenzará un vínculo de amor u odio, etc. Pero esta situación es ficticia, nadie aparece en el mundo por generación espontánea, nacemos. Esto quiere decir que una pareja, un hombre y una mujer generan a un nuevo ser que llega al mundo en su seno. Hay que agregar algo más a este proceso y es que lo mismo ha ocurrido con ellos, han nacido de padre y madre. Y sus padres también han nacido de padre y madre. Y cada una de estas personas no sólo han nacido de padre y madre sino que lo han hecho en algún grupo humano más extenso. Si por alguna razón una pareja trae al mundo a un chico y están viviendo solos en un bosque aislado o en una isla, ambos vienen de algún lugar, de un grupo mayor que les ha dado algo muy importante: un lenguaje para comunicarse y entender las cosas y una identidad.

Qué implica esto: que cuando llegamos al mundo antes de nosotros hay una pareja que nos engendró, puede que alguno de los miembros o ambos hayan muerto antes de nacer o durante el nacimiento, pero si así fuera alguien se haría cargo de nosotros, sino moriríamos, alguien nos cuidaría y nos enseñaría a hablar, con lo que entraríamos en una cultura anterior a nosotros que nos brindaría una identidad, porque sólo poseemos identidad gracias al lenguaje y la cultura en la que nacemos.

Pero ¿quién fue el primero de todos?, ¿de dónde venimos? Generalmente se idealiza a los primeros que dieron origen al grupo. Algún mito de los orígenes dará cuenta de ello, pero lo importante es que siempre se coloca al grupo o comunidad por encima de sus miembros ya que si así no fuera sus miembros no podrían sobrevivir. Algún miembro histórico será considerado como el patriarca de esa comunidad. En ese marco histórico-mítico se crea la identidad de las personas.

¿Qué implica esto? Que crecemos en una dimensión valorativa cuyos valores trascienden a los miembros individuales. Cuando un chico crece en una familia los valores con los que crece no han nacido en sus padres, sino que provienen de la cultura de estos. Unos valores que se han ido decantando a lo largo de muchas generaciones.

De esta manera cuando un chico hace algo será evaluado en función de una serie de criterios. Primero, su seguridad, segundo lo que su familia quiera, tercero lo que la comunidad espere de sus miembros. La naturaleza del bien o el mal nace de consideraciones cuyo origen se encuentra en el seno de la comunidad. Lo que beneficie a la comunidad será bueno, lo que la dañe será malo.

Todo grupo humano requiere de sus miembros una combinación de impulsos: algo de egoísmo que lleven a sus miembros a proteger sus vidas y otro que lleve a colocar al grupo por encima suyo, un impulso altruista. De ahí que todo acto demande una consideración ética teniendo en cuenta estos polos opuestos.

Pero para que alguien renuncie a sí mismo por algo mayor es necesario convencerlo de ello. Los mitos, las religiones, el patriotismo, pretenden educar a sus miembros para que quieran hacerlo, y lo hacen a través de distintos caminos que no necesito describir aquí. Pero lo cierto es que a lo largo de nuestras vidas aquello que llamamos conciencia ética se desarrolla en nosotros de alguna manera llevándonos a tener que elegir entre el bien y el mal en todos aquellos actos que involucre a otros.

La esencia del bien y el mal tiene como origen a la comunidad en la que se nace y su propósito es proteger y mantener cohesionada a la misma. Sin una cuota de altruismo suficiente en los miembros ésta no podría sobrevivir. Pero este proceso implica una lucha interna, pues cada vez que una persona quiera o necesite hacer algo que pueda afectar a otros deberá elegir entre sí mismo y los demás. Los más fuertes ganan en esta lucha y serán recompensados con la aprobación general, los más débiles, los que caen en la tentación serán sancionados.Curiosamente los más fuertes son aquellos que pueden anteponer el bien general a sí mismos.

Esta es la dimensión ética en la que cada ser humano debe luchar diariamente para darle sentido a su vida.

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