martes, noviembre 13, 2007



Continuando con el análisis del fenómeno estético, quiero recordar que el primer objeto bello para nosotros es la mujer o el hombre -dependiendo del sexo del interesado-, y luego lo bello se va extendiendo en el mundo a otras cosas a través de las distintas asociaciones que se vayan produciendo a lo largo de la vida. -Porque este es otro mecanismo a partir del cual los objetos pueden asumir un valor por transferencia afectiva. Un objeto puede tener un valor afectivo para nosotros por transferencia afectiva.- Volviendo al primer objeto bello para nosotros, el objeto sexual, podemos darnos cuenta qué función cumple lo bello.

La naturaleza dotó al hombre primitivo del placer para premiarlo por hacer lo que debía hacer, lo premió con el placer por alimentarse cosa necesaria para la vida. Lo premio con el propósito de que el hombre buscara alimentos y se alimentara asegurando su supervivencia. Lo premio con el placer sexual para que cumpliera con la más importante de las funciones que debía cumplir: la de reproducirse. Pero claro, por ser la más importante de las funciones, el placer fue el máximo. Y aquí es donde comenzamos a entender cuál es la función de lo bello. Así como el placer cumplía una función orientadora en el mundo indicándole al hombre qué debía hacer. Así lo bello como algo a perseguir cumplía una función similar. La naturaleza en un primer momento hizo que el hombre viera como bella a la mujer que mejor cumplía con el propósito para la continuación de la especie. Las mujeres que poseían las mejores características para cumplir su función reproductiva, y la supervivencia y adaptación de la especie, se percibían como bellas. Lo mismo ocurría desde el lado de la mujer, aquellos rasgos que indicaban que cierto tipo de hombre era el mejor para los propósitos de la especie se experimentaban como bellos. En torno al mantenimiento de la especie gira la vida del hombre. Pero, a medida que la cultura se fue volviendo más compleja y de que el hombre dispuso de más tiempo para otras cosas, tanto el placer como la experiencia de lo bello se convirtieron en fines en sí mismos, muchas veces alejados de los propósitos iniciales de supervivencia de la especie. Ahora el hombre podía perseguir el placer sin preocuparse del objetivo primario de éste. Se me ocurre que el sentimiento de culpa muchas veces asociado a la experiencia pura del placer pueda constituir una señal de la especie para alertarnos de que no debemos olvidar los objetivos primarios. Puede ser que los movimientos religiosos que, tanto gustan de culpabilizar, tengan ese sentido, sea la expresión de la naturaleza alertando acerca del peligro de separar el placer sexual de su propósito reproductivo. Pero siguiendo con el análisis original, tanto el placer como la experiencia de lo bello, podemos retener que cumplen un propósito orientador para nosotros, una forma rápida y pre-racional de darnos cuenta de las cosas y de saber hacia dónde dirigirnos. Con este dato, podemos pasar al segundo movimiento que consiste en que tanto el placer y la experiencia de lo bello se convierten en fines en sí mismos.

Llegados a este punto quiero introducir un nuevo elemento conceptual: el encantamiento y su relación con la música. La música debió ser la primer expresión artística del hombre. Todas las formas expresivas disponen del ritmo como elemento clave en su estructura, tenemos ritmo al hablar, al movernos, al actuar, etc. Ese ritmo se encuentra hasta en las formas pictóricas. Porque el ritmo es el camino de manifestación de la emoción. Es más, la memoria está asociada al ritmo, por ese motivo los viejos métodos mnemotécnicos estaban asociados al ritmo. Es más, los grandes poemas disponían del ritmo para poder ser recordados. Volviendo al encantamiento, uno de los primeros encantamientos que recuerdo es el del canto de las sirenas, canto que conducía a los hombres hasta su muerte. El encantamiento tiene la función de seducir, arrastrar, controlar, conducir. Una obra de arte es bella cuando logra encantarnos, porque la función del arte en la actualidad -cuando lo bello se alejó del fin originario reproductivo- es el de encantar, de llevar a una persona a un mundo mágico, especial. El encantamiento nos saca del mundo, nos traslada a otro mundo, al mundo del artista, o al mundo que el artista ha creado para nosotros. Una obra de arte cumple su función cuando logra encantarnos, y para esto cada elemento de su texto debe cumplir la función de profundizar en la experiencia, y si un elemento no lo logra, se rompe el encantamiento. Un mal final de novela puede destruir el encantamiento que la novela pudo producirnos hasta ese momento. Un elemento fuera de lugar, nos despierta del encantamiento, nos saca de ese mundo al que antes habíamos entrado. Esta es la fascinación de la que muchos hablan al referirse al arte, a ese encantamiento que nos transporta al mundo creado por el artista. En una obra de arte cada elemento debe contribuir a sostener y profundizar el encantamiento.

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3 comentarios:

  1. Anónimo4:10 p.m.

    Es genial Deth!. Sin palabras.

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  2. Hola estoy de metiche por sugerencia; muchos puntos a favor solo falta desencuadrar un poco

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